🎥 La diferencia entre liturgia, taumaturgia y teúrgia

La diferencia entre liturgia, taumaturgia y teúrgia

Si en el vídeo anterior hablé del significado simbólico del número trece, hoy nos adentraremos en la distinción entre liturgia, taumaturgia y teúrgia. Liturgia que hace referencia al culto público; mientras que la taumaturgia y teúrgia están vinculadas al carácter de conexión individual con la divinidad, vía por la que se ejecutaban presuntos actos prodigiosos en el plano corporal. Tanto la taumaturgia, como la teúrgia despertaron un enorme rechazo en la res publica christiana del Medievo, con la consecuente persecución de aquellos sujetos capaces de realizar supuestos hechos extraordinarios. Sin embargo, la aparición de este tipo de excepcionales personas hay que buscarlas a las orillas del Nilo, en el aún hoy enigmático y fascinante Antiguo Egipto.

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Liturgia

Pues bien, la palabra liturgia deriva del griego y se refiere a la forma en que se celebran los rituales públicos, ya sean religiosos o no. En suma, alude a todos los componentes y reglas ceremoniales establecidas para la realización de un acto. Conforme a esta definición en el Antiguo Testamento ya se habla de «vestiduras litúrgicas para el culto» (Éxodo 39, 1), «para oficiar en el Santuario» consagrado a Dios (Éxodo 39, 41). Análogo sentido al que se le da en el Nuevo Testamento. Donde se cita al sacerdote Zacarías que vivió en tiempo de Herodes, a quien «se le apareció el Ángel» Gabriel cuando ejercía la función sacerdotal de quemar incienso en el Santuario, «según la costumbre litúrgica». Enviado del Señor que le anunció que lo haría padre de Juan el Bautista, pese a que su mujer era infértil y ambos contaban con una avanzada edad (Lucas 1).

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Eucaristía

Así, por ejemplo, dentro de la religión católica uno de los actos litúrgicos preponderantes es la Eucaristía. Donde se toma el pan y el vino, alegoría del cuerpo y sangre de Cristo (1 Corintios 10, 16) cuya ingesta escenifica la unión con él. Debido a que siempre hay que tener presente que para los católicos lo fundamental era mantener al grupo unido hasta la segunda venida de Cristo, la Parusía. Momento en el que se produciría la salvación. Por consiguiente, lo significativo era el grupo que constituía el cuerpo de Cristo, la «Iglesia de Dios» (1 Corintios 1, 2). Para evitar fricciones san Pablo exhortaba a que los fuertes y los débiles convergieran en un mismo punto y a que tuvieran igual forma «de pensar» (1 Corintios 1, 10).

La heterodoxia

Porque, si en los dispares cultos mistéricos el iniciado va absorbiendo conocimientos según su particular progreso y raciocinio, para los católicos todos debían compartir igual saber. Solamente la «Gran Iglesia» estaba habilitada para transmitir el mensaje y para intermediar con el Todopoderoso. La exclusiva depositaria del poder espiritual en la Tierra, por lo que si se accedía a lo divino sin pasar por ella se interpretaba que la apelación había sido al Maligno.

De modo que por miedo a que el colectivo católico se fraccionara, desde los primeros momentos el cristianismo empezó a apartar a las voces discrepantes. Ya en el Nuevo Testamento se advierte de cuidarse de aquellos que se desvían de la verdadera doctrina seducidos por el Demonio (1 Timoteo 4, 1). Hasta alcanzar el momento culmen con la instauración de la Inquisición. Institución creada en principio para represaliar a los cátaros que defendían una corriente gnóstica.

La «teología de la restauración de Israel»

Pero claro está, todo este pensamiento se ha de valorar en su contexto. En un cristianismo inicial plenamente convencido de que lo importante era la llegada del fin de los días, en la que Cristo retornaría. Y, según los postulados de la «teología de la restauración de Israel», ese instante nada más que devendría cuando se convirtieran el mayor número de gentiles, o sea, paganos. Instante en el que se terminarían las penurias del pueblo de Dios (Romanos 11, 25-27) y se cumpliría la promesa que le hizo a Abraham, respecto a convertirlo en padre de «multitud de naciones» (Génesis 17, 5). Promesa que Abraham creyó ciegamente, a pesar de que fuese muy complicada su consumación, al ser su esposa estéril. En consecuencia, idéntica a la fe sin condicionantes que se exige a los seguidores de Cristo.

De manera que los cristianos acabaron por creer que la conversión tenía que ser de todos. Una actividad evangelizadora intrínseca a la propia religión. Iglesia a la que además se le adhiere el calificativo de católica, es decir, universal. A lo que se une que tras la caída del Imperio romano en el 476 el cristianismo se erigió como su depositaria cultural. Artífice de la unión de las distintas tribus europeas bajo el paraguas de una misma identidad. Una época en la que las esferas de la política y la religión no estaban separadas. Una sociedad a cuya cabeza estaba Cristo, que delegaba su poder en la Iglesia y esta a su vez otorgaba el temporal a los monarcas para que salvaguardaran la unidad de la res publica christiana.

Taumaturgia

Si se parte de esta mentalidad resulta factible comprender la razón por la que la taumaturgia fue condenada en un Occidente cristianizado. La taumaturgia se refiere a la facultad de algunos individuos para concretar hipotéticos milagros. Uno de estos precedentes lo hallamos en los magos del Estado egipcio. Sacerdotes que practicaban el poder Heka, al cual hice mención en dos de mis libros: La Hermandad de Doña Blanca y Simbología.

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Magia

Y es que el Talmud dice: «Diez medidas de [magia] descendieron al mundo; Egipto recibió nueve, y el resto del mundo la otra». Término que hay que entender como la conexión armónica con el entorno, lo que les permitía materializar lo pensado corporalmente. Muy distinto al concepto de magia que se albergará después en la sociedad grecolatina. A causa de que para los egipcios lo primordial era preservar una plena actitud ética, de lo contrario se producirían desequilibrios y se interrumpiría la canalización energética. Incluso se contemplaban contundentes penas para aquel que hiciera un mal uso de este poder.

Prácticas profesadas además por los chamanes. Asimismo, en la Biblia se relatan episodios muy similares a los de los magos del Estado egipcio. Cabe citar la vara portada por Moisés con la que llevó a cabo sobresalientes milagros. Con ella lanzó las diez plagas sobre Egipto (Éxodo 7-11), separó las aguas del mar Rojo (Éxodo 14) o hizo que brotara agua de una roca en Horeb para dar de beber a los israelitas (Éxodo 17). Inclusive el Señor transformó su «bastón» en una serpiente frente a la zarza ardiendo (Éxodo 4, 2-4).

Bastón que recuerda al portado por los faraones y cargado de poder Heka. Puesto que los magos del Estado ejercían la magia siempre en nombre del faraón, los que presuntamente contaban con la ascendencia divina. Cetro que se entregará a lo largo de la historia a los monarcas. Varita mágica con la que se representa igualmente en las leyendas a las hadas o brujas.

Los filósofos

Milagros que también se atribuirán con posterioridad a Pitágoras, instruido por los magos del Estado egipcio. Quien, para distinguirse de ellos, acuñó el vocablo filósofo. Visto que para Pitágoras los únicos sabios eran los egipcios, los demás meros aspirantes a conseguir la sabiduría, o sea, filósofos. Filosofía que el cristianismo acabó por prohibir al calificarla en el Nuevo Testamento como «engañosa» (Colosenses 2, 8).

De Pitágoras se decía que curaba con la música, al retornar el equilibro al desequilibrado cuerpo enfermo. Los pitagóricos, como los egipcios, estaban obligados a guardar un férreo comportamiento moral. Otro destacado taumaturgo fue Apolonio de Tiana. Contemporáneo de Jesús y como el Hijo del Creador se afirma que sanaba y resucitaba a los muertos. A Apolonio de Tiana se le adjudica la autoría de uno de los textos principales del hermetismo, la Tabla de Esmeralda. Hermetismo que era la interpretación griega de la magia egipcia y a la que se la denomina como «religión de la mente». Una taumaturgia que abarcaba todos los saberes.

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Invocar a los ángeles, práctica de teúrgia

Teúrgia

Mientras que la teúrgia se centra en la invocación de entes espirituales para conseguir su ayuda. Apoyo solicitado a esos taumaturgos o «hombres divinos» y dentro del ámbito cristiano a los santos o ángeles. Por su parte, en la tradición judía se narra la visión del profeta Ezequiel cuando vislumbró al Altísimo en su trono (Ezequiel 1), la Merkabá. Es por eso que los místicos hebreos se sometían a una profunda meditación, en pro de lograr esta magnánima contemplación y recibir la ansiada revelación. Mas antes tenían que pasar por varias dimensiones custodiadas por ángeles, por lo que debían invocarlos e intentar controlarlos si querían ascender.

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La «reintegración del ser»

Otro testimonio de estas prácticas teúrgicas lo encontramos en el siglo XVIII, en los Elegidos-Cohen de Martínez de Pasqually. Rama masónica derivada del rito escocés. Sin embargo, su secretario Louis Claude de Saint Martin, el llamado Filósofo Desconocido, piedra clave del martinismo, avisará del peligro de estas conexiones con seres sobrenaturales. Para él, dado que el individuo permanece corrompido por el pecado original, en este tipo de contactos lo más probable es que se atraiga a fuerzas de semejante degradada vibración. Ya que vivimos fragmentados, de ahí que nuestro objetivo sea retornar a la unidad original, la «reintegración del ser» de los martinistas. A saber, transformarnos en el Rebis alquímico, en el Adam Kadmón de la cábala.

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Ibiza Melián

Bibliografía

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Piñero, A. (2015). Guía para entender a Pablo de Tarso. Una interpretación del pensamiento paulino. Madrid: Editorial Trotta.

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