Capítulo XVI: Adolfo Suárez bien merece un Nobel

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El reloj marcaba las nueve. Esa noche no faltaba nadie a la tertulia política organizada por mi padre, el primer viernes de cada mes, en nuestra humilde morada. Mi prima Libertad, quien ya había recuperado su inalienable espíritu de lucha por Matahambre y sus gentes. Junto a su amado Luis, que estaría entre nosotros hasta el domingo, pues el lunes debía incorporarse a su puesto de trabajo en el departamento de administración del Hotel Concorde, sito en Palma de Mallorca. Mi tío Juan, el abogado jubilado del Estado, progenitor de Libertad y el que fuera esposo de la única y difunta hermana de mi padre, Clara se llamaba. Don Pascual, el cura centenario. Frédéric, nuestro querido juez de paz. Benito, el eterno maestro del Instituto de Educación Secundaria Manuel Bartolomé Cossío. Incluso Manuel, que había dejado a Soledad a cargo de la cocina y barra del bar municipal. Y Francisco, gerente de Radio Vecindad y editor del periódico vespertino, de ámbito local, El Pobrecito Hablador.

Juan se lamentaba de la espiral de acontecimientos en la que estaba inmersa la nación. Cuando aún era un estudiante de la Facultad de Derecho, una de las primeras reglas que aprendió, es que el fin último de la política es la regulación de conflictos entre grupos. Para así garantizar la cohesión social. Puesto que desde los albores de la humanidad siempre ha existido, bajo distintas fórmulas, un sistema político imperante. Ya que las sociedades son cada vez más complejas y requieren de un órgano capaz de compeler a las partes en disconformidad a alcanzar acuerdos, valiéndose para ello de normas vinculantes, es decir, la ley. Al objeto de mantener cierto orden y evitar la desintegración.

A lo que Don Pascual, perteneciente a la rama más liberal de la iglesia católica, añadió:

Miren, es como aseveraba mi antepasado Blanco White, al cual malinterpretaron en cuanto a lo que sus planteamientos se refiere. Si realmente lo que se pretendía con la primera Constitución española, la de 1812, era instaurar un Estado democrático sólido, resultaba de obligado cumplimiento contar con todos los sectores, no dejando a ninguno fuera. De lo contrario los que se sintiesen excluidos buscarían la manera de acceder a los círculos de poder, tornándose ipso facto en elementos subversivos para conseguirlo. Y de ahí la explicación de que durante casi dos siglos los episodios democráticos hayan sido bastante cortos. Hasta reafirmarse mediante el refrendo de nuestra vigente carta magna en 1978. Con anterioridad, las breves excepciones sucumbieron ante abruptas etapas totalitarias.

»Resumiéndose estos efímeros destellos en: el sexenio revolucionario (1868-1873), con la Constitución de 1869; la Primera República (1873-1874), con un proyecto de Constitución federal que no se llegó a promulgar; parcialmente el vituperado periodo de la Restauración, con la Constitución de 1876; y la Segunda República, proclamada el 14 de Abril de 1931, dirigida por una norma suprema exigible jurídicamente que establecía las bases para la descentralización política, y que posibilitó la redacción de los Estatutos de Autonomía de Cataluña y el País Vasco. Aunque rápidamente, tras estallar la Guerra Civil (1936-1939) y con la posterior dictadura franquista (1939-1975), el sufragio universal se deroga inmediatamente.

»Es por ello que en ciertos momentos contemplo perplejo el alto grado de división actual. No entro en si unos u otros alegatos me gustan más o menos, pero sí en que nuestros mandatarios han de poseer indispensablemente la suficiente destreza para concitar pactos estables y duraderos, regidos por el máximo consenso. Necesarios en pro de sortear temibles fracturas.

Y me quedo con las palabras de Benito:

Tal vez el éxito de Adolfo Suárez como Presidente no fuera su gestión, sino su encomiable habilidad para que posturas tan dispares llegaran a un entendimiento. Eso sí que merece el Premio Nobel de la Paz, no por lo que pudo hacer, sino por lo que sí hizo: darnos el periodo constitucional y democrático más largo de toda la historia española.


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7 comentarios en “Capítulo XVI: Adolfo Suárez bien merece un Nobel”

  1. Ibiza ando visitandote dime te hago una pregunta en BoosterBlog. hay que enviar cada post nuevo que escribes o se actualiza solo?sabes que pasó con red Pueblog?va muy bueno tu blog felicitaciones,besos

  2. Suelo ir todos los jueves por la tarde al Ateneo Mercantil de Valencia. Es un casino que suele ir gente mayor, pero muy culta. Comparto mesa de tertulia con don José Burches. Mis amigos cuando me ven se ríen diciéndome –ya va hablar con los abuelos- Este hombre de ochenta y dos años fue Presidente de Tribunal Tutelar de Menores en Valencia.

    Por los años sesenta y setenta conoció y mucho a Don Adolfo Suárez. La conclusión que saque de sus palabras al leerle tú artículo, del Señor Suárez y el Premio Nobel, no fue muy favorable, más bien al contrario.

    Suárez, busco el poder, se acerco y afilio a Falange, para estar cerca de Herrero Tejedor, simpatizo con el Opus, para familiarizarse más con el gobierno franquista, “lamió” a todo el que tenia que “lamer” solo buscando un buena posición política.

    Otro día te contare la transición, pero desde que año empezó a fraguarse. Te anticipo que Don Adolfo, no estaba mucho por la labor.

  3. hola, he leido el articulo de adolfo suarez bien merce un premio novel y me parece muy bueno, describe de una forma muy original la importancia de haber realizado un consenso para la elaboración de la constiución, por favor, me gustaría saber la bibliografía del fragmento, o es un escrito tuyo, es decir, la bibliografía sería el propio blog, es que gustaría referenciarla en un trabajo que estoy realizando, muchas gracias.

  4. Si te das cuenta todos los escritos, en la parte inferior presentan un sello, que indica su originalidad, autoría y registro. Este capítulo pertenece a la obra: “Historias de un pueblo”, pudiendo encontrar el resto de los mismos publicados pinchando en la referida categoría editada en el blog.

    Me alegra enormemente que te gusten los artículos que escribo y más si te pueden servir de ayuda.

    Un abrazo enorme,

    Ibiza Melián

  5. disculpa que no lo entienda, ¿ la obra historias de un pueblo está realizada por ti, o tiene su propia referencia bibliográfica? muchas gracas, un saludo

  6. Está escrita por mí, yo soy su humilde autora, y el sello que aparece al final de cada capítulo hace referencia a los derechos de autor. Este capítulo es parte de una novela y las referencias bibliográficas están al final de la obra.

    Abrazos.

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