Capítulo XI: El código ético krausista

Institución Libre de Enseñanza

Benito, el eterno maestro del Instituto de Educación Secundaria Manuel Bartolomé Cossío, es un defensor a ultranza de los preceptos promulgados por el krausismo. Movimiento filosófico que influyó poderosamente en la corriente educativa y liberal de la España contemporánea. Concretamente durante el periodo comprendido entre finales del siglo XIX y el inicio de la dictadura franquista.

Sus orígenes se remontan a las teorías del filósofo idealista alemán, Karl Christian Friedrich Krause (1781-1832). De las cuales se hizo eco el jurista español Julián Sanz del Río alrededor de 1840. Tras leer un libro, traducido al castellano, escrito por Heinrich Ahrens, uno de los discípulos de Krause. Texto que recogía el manual docente del Curso de Derecho Natural que Ahrens había impartido en la Sorbona en 1833.

A partir de ahí Julián Sanz del Río esboza un ideario de fuerte componente moral, que da a la razón el predominio sobre todas las cosas. Sin negar la vertiente mística, pues cabe reseñar que el jurista era profundamente católico. Sin embargo, afirma que sólo a través del conocimiento y la ciencia podrá avanzar nuestra sociedad. Relega las creencias religiosas al ámbito privado. Consagra la sinceridad y la honradez como valores fundamentales de la conducta humana. Y concibe un hombre de fuertes principios. Uno de sus postulados, que quizás más definan el carácter abnegado al que se aspiraba, sería: «haz el bien por el bien mismo». Lo que en definitiva conformaba un ascético estilo de vida.

Pensamientos que propagará abiertamente desde 1854, valiéndose para ello de su puesto de docente en la Universidad de Madrid. Y de los que Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) rápidamente se hará acopio. Desarrollándolos y poniéndolos en práctica en la Institución Libre de Enseñanza (ILE). Centro que inaugurará en 1876 y en el que colaborarán otros catedráticos. En el artículo 15 de la ILE se recoge: «Esta Institución es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunión religiosa, escuela filosófica o partido político, proclamando únicamente el principio de la libertad e inamovilidad de la ciencia y de la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que no sea la de la conciencia».

La instrucción de los niños buscaba inculcarles: el respeto, la tolerancia, el diálogo, la humildad, solidaridad, lealtad, seriedad,…No se impartían clases a la antigua usanza, sino que se buscaba que el alumno dedujera las respuestas por sí mismo, guiado por la batuta de su mentor. Se potenciaban además sus cualidades deportivas y su sensibilidad hacia el arte. Con el redescubrimiento del paisaje español como uno de los principales exponentes nacionales, y especialmente el Guardarrama. Lugares que serán reflejados magistralmente por Sorolla en sus cuadros y que igualmente serán aludidos por los noventaochistas. Eso sí, para conseguir los objetivos marcados resultaba indispensable un número reducido de alumnos por aula.

Aquel proyecto cultural dio origen a individuos de distintas tendencias ético-políticas. Pues uno de los axiomas que continuamente se reiteraba a los muchachos era el siguiente: «Forja tus ideales por convicción y sé coherente con ellos en todo caso. Es decir, piensa como debes vivir y vive como piensas». 

La ILE contó entre su profesorado con el que llegaría a ser uno de los más importantes pedagogos españoles de todos los tiempos, Manuel Bartolomé Cossío (1857-1937). Aunque antes fue el alumno preferido de Giner. Quien se convirtiera en el primer catedrático de pedagogía de la Universidad española. Y declarado ciudadano de honor por la Segunda República.

De la segunda promoción de la ILE salieron mentes tan ilustres como la de Antonio Machado. Y de la tercera, por nombrar algunos: Juan Ramón Jiménez o José Ortega y Gasset.

A comienzos del siglo XX la Administración Pública requirió del asesoramiento de Giner en materia educativa, al entender aquellos gobernantes que nuestro país únicamente lograría el anhelado progreso mediante una adecuada preparación formativa de sus ciudadanos. De tal manera que en 1907 la Institución Libre de Enseñanza cerró sus puertas, dando paso a la Junta para la Ampliación de Estudios e investigación científica (JAE). Presidida por muchos años por Santiago Ramón y Cajal. Entre sus vocales se encontraban también nombres tan ilustres como el del Premio Nobel español José Echegaray e Izaguirre.

Una de sus mayores hazañas, surgida por la necesidad de europeizarnos, consistiría en el envío de pensionados a Europa. Entre sus becados figuran: Severo Ochoa, en medicina; en pedagogía, Manuel Bartolomé Cossío; en filosofía, José Ortega y Gasset; en poesía, Antonio Machado o Rafael Alberti; escritores de la talla de Ramón Pérez de Ayala; matemáticos, como Julio Pastor;…

Otra de las fructíferas iniciativas que la JAE puso en marcha fue la apertura de la Residencia de Estudiantes en 1910. Cuyo nombre ha quedado ligado a la generación del 27. Ya que en ella residirían: Federico García Lorca, Salvador Dalí, Luis Buñuel,… Albergando con asiduidad recitales o conferencias. Albert Einstein y Manuel de Falla, son un clarificador ejemplo de la categoría de los invitados a estos actos.

Y es que Francisco Giner de los Ríos, en gran medida, fue el artífice de una brillante etapa de nuestra cultura, la denominada «Edad de Plata». El culpable de que un joven Benito Pérez Galdós consagrara su vida a la literatura. Quedando ya su huella fuertemente plantada a su muerte en 1915. Y que sólo se difuminaría con el advenimiento del franquismo. Retomándose parcialmente en 1990, con la entrada en vigor  de La Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE).

Para entender el sentimiento que Francisco Giner de los Ríos despertó en los intelectuales de esa etapa, basta con leer un poema que Antonio Machado escribió al saber de su fallecimiento. Redactado el 21 de Febrero de 1915 en Baeza:

«Como se fue el maestro,la luz de esta mañaname dijo: Van tres díasque mi hermano Francisco no trabaja.¿Murió?… Sólo sabemosque se nos fue por una senda clara,diciéndonos: Hacedmeun duelo de labores y esperanzas.Sed buenos y no más, sed lo que he sidoentre vosotros: alma.Vivid, la vida sigue,los muertos mueren y las sombras pasan;lleva quien deja y vive el que ha vivido.¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!

Y hacia otra luz más purapartió el hermano de la luz del alba,del sol de los talleres,el viejo alegre de la vida santa….¡Oh, sí!, llevad, amigos,su cuerpo a la montaña,a los azules montesdel ancho Guadarrama.Allí hay barrancos hondosde pinos verdes donde el viento canta.Su corazón reposebajo una encina casta,en tierra de tomillos, donde jueganmariposas doradas…

Allí el maestro un díasoñaba un nuevo florecer de España».

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1 comentario en “Capítulo XI: El código ético krausista”

  1. ORDEN ESPONTÁNEO : SOCIEDADES LIBERTARIAS
    Diana Duque Gómez

    El erróneo punto de vista darwinista de la supervivencia del más fuerte ha proporcionado una justificación para la explotación de los hombres y una legitimación al sistema patriarcal o dominación del fuerte sobre el débil y al instrumento fundamental de esa dominación el Estado, y se ha convertido en el sistema de creencias generalizado, a pesar de que ha sido refutada por muchos científicos como una “noción de la vida peligrosamente falsa”.

    El biólogo celular Bruce Lipton en su revolucionaria obra La biología de la creencia refuta definitivamente el darwinismo y el neodarwinismo y afirma que “los seres humanos no poseemos un carácter innato, violento y competitivo, de la misma manera que nuestro destino no está marcado por unos genes que nos hacen enfermar o nos vuelven violentos”(1). Y agrega que hoy “a un lado de la línea está un mundo definido por el neodarwinismo, que considera la vida como una guerra interminable entre robots bioquímicos de batalla. Al otro lado de la línea se encuentra la ‘nueva biología’ (la Epigenética)*, que propone la vida como un viaje de cooperación entre individuos con infinitas potencialidades que pueden reprogramarse así mismos para experimentar una vida llena de alegría”(2).

    Ya en 1950, el antropólogo Ashley Montagu llega a la conclusión de que “la naturaleza de la vida es la cooperación”(3). Cabe resaltar que el mismo Darwin después de su famoso libro El origen de las especies (1859) publicó El origen del hombre (1871) donde ponía el énfasis en el principio de cooperación pero el libro pasó desapercibido por el estrépito que hicieron los defensores del patriarcado a quienes les venía como anillo al dedo la teoría de la selección natural o supervivencia del más fuerte.

    Como respuesta a la escuela de “la supervivencia del más fuerte” el filósofo científico Pedro Kropotkin escribe ocho artículos, entre 1890 y 1896, en los cuales demostró que “existe en todo el reino de la naturaleza viviente una fuerza inconsciente que se expresa en un mutualismo”. El libro de Koprotkin Ayuda Mutua publicado en 1902 “fue la primera obra del siglo XX que puso en movimiento todas las ideas e investigaciones que para mediados de éste adquirieron forma en el principio de cooperación (…) proporcionando base científica a la cooperación voluntaria y la libertad”(4). Afirma Kropotkin: “la cooperación de los individuos es un factor mucho más importante en la lucha por el mantenimiento de la especie que la tan cacareada filosofía de la lucha de los individuos entre sí por los medios de vida”(5).

    Por otra parte, la tradición de pensamiento patriarcal que heredamos y que constituye nuestro sistema de creencias difunde la idea de que este sistema de dominación ha existido siempre al igual que su gran invención el Estado.

    Comencemos por decir que hace seis mil años existe la cultura patriarcal y antes de este sistema esclavista existieron sociedades libertarias, fundamentadas en el principio de la cooperación inherente a la naturaleza y en el orden espontáneo donde prevalecía el derecho natural o derecho materno. Al respecto, señala la gran antropóloga Riane Eisler, que la evidencia arqueológica muestra “una sociedad no estratificada y básicamente igualitaria, sin distinciones notorias basadas en la clase o el sexo… ésta era una sociedad matrilineal, es decir, una sociedad en que la descendencia y la herencia se traspasan por medio de la madre”(6). Un ejemplo de estas sociedades libertarias matrilineales floreció en la ciudad de Catal Hüyük, en el Valle de Anatolia y ha sido descrita por el investigador André Van Lysebeth de la siguiente manera: “es una verdadera ciudad de 10.000 habitantes de 9.000 años de antigüedad, la que en 1958 exhumó en Anatolia el arqueólogo inglés James Mellaart… Catal Hüyük estaba casi intacta… por primera vez se veía cómo vivía en el año de gracia 7.000 A de C. el ciudadano prehistórico, se visitaban sus casas con sus frescos, sus esculturas (…). Con sus casas de ladrillos crudos y techo plano… Sin duda los primeros huertos de almendros, de manzanos y de pistachos ya florecían; se han encontrado sus frutos… No hay calles: se circula de terraza en terraza, y siempre con ayuda de escaleras se pasa de un nivel a otro de la ciudad… Las casas eran antisísmicas… en una pared se ve un fresco de la ciudad y, en el horizonte, el volcán Hasan Dag en erupción. El suelo de la tierra apisonada estaba cubierto de esteras y tapices… Con frecuencia las paredes estaban decoradas con frescos, como el del toro rojo… Además del horno para pan, había un mortero para hacer harina de trigo o sorgo… La carne provenía en primer lugar de la caza (jabalí, ciervo, gamo, corzo, cabra montesa, gacela)… disponían de vajilla, compuesta de fuentes, vasos, platos, cucharas de madera… ¡e incluso tenedores!… La mujer era reverenciada, y según parece muy coqueta: cajas de afeites, espejos de obsidiana pulida, collares y anillos nos lo demuestran”(7). En esta sociedad con un orden espontáneo afirma Erich Fromm, “su modo de vida conducía al desarrollo de la cooperación y a la vida pacífica… No hay pruebas de que hubiera saqueo o matanza alguna en los años de existencia de Catal Hüyük;… y, prueba aún más impresionante de la ausencia de violencia, que entre los muchos centenares de esqueletos desenterrados, ni uno sólo presentaba señales de muerte violenta”(8). En dichas sociedades libertarias afirma la antropóloga Riane Eisler “todo estaba hecho para la vida feliz, apacible y confortable”, con “tecnologías que sustentan y mejoran la calidad de vida”(9). No había diferencias económicas importantes que fueran causa de envidia; existían los ricos pero no representaban poder.

    Descubrimientos arqueológicos han hallado otras sociedades libertarias que como Catal Hüyük hacen parte de la civilización del Indo que abarcaba desde el Mediterráneo hasta el Asia Menor y la India: son las ciudades de Hacilar, Harappa, Mohenjo-Daro y Lothal; están también la antigua cultura minoica de Creta y la sociedad libertaria celta de Irlanda, entre otras. Con respecto a esta última, la celta de Irlanda, el economista e historiador Murray Rothbard subraya lo siguiente: “El ejemplo histórico más destacable de una sociedad con leyes y tribunales libertarios ha sido ignorado hasta ahora por los historiadores. Y no sólo los tribunales y la ley eran ampliamente libertarios, sino que operaban dentro de una sociedad puramente libertaria y sin Estado. Nos referimos a la antigua Irlanda –que persistió en este camino libertario durante aproximadamente mil años, hasta su brutal conquista por parte de Inglaterra en el siglo XVII… era una sociedad sumamente compleja que, durante siglos, fue la más avanzada, erudita y civilizada de toda Europa occidental. Durante mil años la antigua Irlanda celta no tuvo nada que se pareciera a un Estado”(10).

    Por otra parte, ya desde el siglo XIX, investigadores como Federico Engels en su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado hace referencia a estas sociedades antiguas donde imperaba el derecho materno y concluye de manera esclarecedora que “el derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino (y de las sociedades libertarias. N. de la a.) en todo el mundo”(11),

    Así el patriarcado hace posible su dominación con el derecho paterno, con el orden por decreto, donde inicialmente sólo heredaba el primogénito, teniendo como base la familia monogámica que, como señala Engels, “se funda en el predominio del hombre” y cuyo “fin expreso es el de procrear hijos cuya paternidad sea indiscutible”. Agrega Engels que “la monogamia entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces… El primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino”(12). Recuerda Engels que la palabra familia viene de “Famulus que quiere decir esclavo doméstico, y familia es el conjunto de esclavos pertenecientes a un mismo hombre… Esta expresión la inventaron los romanos para designar un nuevo organismo social, cuyo jefe tenía bajo su poder a la mujer, a los hijos y a cierto número de esclavos, con la patria potestad romana y el derecho a la vida y muerte sobre ellos”(13).

    El ser humano se encuentra esclavizado por el sistema de creencias patriarcal que se ha valido de la difusión, entre otras, de una visión reduccionista y falaz de la naturaleza humana basada en el absurdo concepto de que el hombre está colmado de peligrosos instintos que deben ser dominados, esto es, el nefando postulado de Maquiavelo de la maldad constitutiva de la naturaleza humana “precursora de la anarquía moral y social”, que se ha impuesto como eslogan manipulador, lo que conlleva, siguiendo a Maquiavelo, a atribuirle al Estado “su idoneidad para contener la maldad”, justificación perversa de la existencia inexorable del Estado, es decir, de la dominación de un grupo de facinerosos que mediante el monopolio de una supuesta moral, de la violencia y la exacción imponen el orden esclavista por decreto con el embaucador propósito de evitar el caos y la disolución de la sociedad.

    En oposición radical a este dogma esclavista promotor del estatismo existe la cosmovisión libertaria que concibe la naturaleza humana como una potencialidad innata hacia la libertad individual, la bondad, la belleza y la cooperación (14), que tiene como fundamento ético el bienestar y la felicidad del hombre y que percibe la vida como un campo de posibilidades infinitas en cambio constante, generando un orden que sucede por sí mismo, un orden espontáneo.

    Hoy esta cosmovisión libertaria está siendo fortalecida por una gran corriente iconoclasta que esta transformando nuestra manera de pensar y que alimentada por la divulgación de los descubrimientos de los científicos cuánticos, está permitiendo una expansión de la conciencia que está revelando la verdadera naturaleza de la realidad y de las potencialidades del ser humano. Dicha corriente se basa en el reconocimiento expreso de que “la conciencia juega un papel importante en la configuración de la realidad”(15), iluminando el camino del significado de lo que somos, cocreadores de la realidad y reafirmando que todo está íntima y sutilmente interconectado formando una unidad cósmica, lo que fortalece el principio de cooperación y redunda en la integración de la física y la metafísica, de la ciencia y la espiritualidad.

    El conocimiento de la existencia de una realidad esclavizante es nuestra mejor manera de subvertirla. Por tanto, la liberación del ser humano esencialmente requiere crear conciencia y actitud crítica activa para romper los hábitos de pensamiento, los prejuicios, las ficciones y las aberraciones de unas ideas patriarcales que colocan al Estado como el gran dios y que debilitan al individuo haciéndolo sumiso y manejable. “Hay que echar abajo -en palabras de Jean Francois Revel- el montaje de una interpretación estatista-totalitaria del mundo, la lógica de la instalación de este sistema esclavista en el espíritu y la ceguera que introduce en él” para que afloren todas las potencialidades típicamente humanas. En síntesis, hay que vencer el dominio de las ideas esclavistas que proclaman la ineluctabilidad del Estado. La meta es una sociedad libre, pues como dijera Aldous Huxley “la libertad existe y tiene sentido únicamente dentro de una comunidad autorregulada de individuos que cooperan libremente”(16).

    ______

    NOTAS:

    * La Epigenética es el estudio de los mecanismos moleculares mediante los cuales el entorno controla la actividad genética.

    1. Bruce H. Lipton, La biología de la creencia. Palmyra Libros, España, 2007, pág. 272; 2. Ídem., pág. 36; 3. Ashley Montagu, Que es el hombre. Editorial Paidós, 1950, Buenos Aires, pág.51; 4. Ídem., pág. 30; 5. Pedro Kropotkin, Folletos Revolucionarios I, Tusquets Editor, Barcelona, 1977, pág. 16; 6. Riane Eisler, El cáliz y la espada. Editorial Cuatro Vientos, Santiago de Chile, págs. 15 y 16; 7. André van Lysebeth, Tantra el culto de lo femenino. Ediciones Urano, Barcelona, 2006, págs. 41-42; 8. Erich Fromm, Anatomía de la destructividad humana. Siglo XXI Editores, México, 1977, págs. 164 y 169; 9. Riane Eisler, El cáliz y la espada. Editorial Cuatro Vientos, Santiago de Chile, 1990, pág. 48; 10. Murray Rothbard, Hacia una nueva libertad : el manifiesto libertario. Grito Sagrado Editorial, Buenos Aires, Argentina, 2005, pág. 268; 11. Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Editorial Progreso, Moscú, 1978, pág. 54;12. Ídem., pág. 63, 13. Ídem., pág.63; 14. Ashley Montagu, Que es el hombre, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1969, pág. 125; 15. Amit Goswami, La ventana del visionario. Palmyra Libros, Madrid, 2008, pág. 26; 16. Aldous Huxley, Nueva visita al mundo feliz. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1983, pág. 32.

    Bogotá, febrero 5 de 2010

    Publicado en http://www.dianaduquegomez.blogspot.com

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