Capítulo XLVII: La Transición, Suárez y el Rey

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La Transición corresponde al período que comprende desde el fallecimiento de Franco, el 20 de noviembre de 1975, hasta la entrada en vigor de la Constitución española, el 29 de diciembre de 1978[1]. Aunque lo más acertado sería incluir también la etapa que abarca hasta 1982, donde se siguen detectando elementos similares a los anteriores. Año este último en el que accede al gobierno el PSOE, tras ganar abrumadoramente las elecciones.

Empero, si algo caracterizó a esa época fue las ansias de libertad de la sociedad. Sentimiento del que irrumpió un espíritu de consenso en todos los ámbitos, en pro de alcanzar ese bien tan preciado. Nada mejor que las palabras de uno de los más importantes conductores de aquel momento, el expresidente Adolfo Suárez, para entender tan trascendental contexto:

«Si algo caracterizó a la Transición fue las ansias de libertad de la sociedad». Share on X

Sobre España pesaba una reciente historia plagada de desaciertos políticos, económicos y sociales que nos había conducido a dramáticos enfrentamientos civiles. Nuestro siglo XIX y buena parte del XX es buena prueba de ello. La guerra civil de 1936 no sólo había desgarrado en profundidad las vidas sino, también, las conciencias de muchos españoles. El dilema de las dos Españas, siempre excluyentes y permanentemente enfrentadas, había fabricado en nuestra conciencia colectiva un extraño complejo de inferioridad. Se decía que los españoles no éramos capaces de una convivencia democrática y libre, pacífica y fecunda.

Lo que precisamente se hizo en la Transición fue arrojar por la borda tal lastre. Debíamos convencernos de que nuestra aptitud para la convivencia en libertad no era menor que la de cualquier otro país que viviera una democracia plena. Éramos, a pesar de nuestra larga historia, un pueblo joven. Las generaciones que no habían conocido la Guerra Civil estaban construyendo una realidad económica y social, abierta al mundo y a los nuevos tiempos (…).

Pocas veces en nuestra historia política hemos tenido los españoles la sensación de que los objetivos soñados por varias generaciones de compatriotas estaban al alcance de nuestras manos y los podíamos conseguir[2].

Y si primordial fue la figura de Adolfo Suárez, no menos la del monarca Juan Carlos I. Quien, desde el instante inicial en que fue erigido sustituto de Franco en la Jefatura del Estado, hizo suyo el deseo de su padre, Don Juan de Borbón (1913-1993). El anhelo de instaurar la democracia en España. Etapa con la que se inauguró una nueva Restauración de los borbones en el trono. Igual a lo sucedido anteriormente con su bisabuelo Alfonso XII (1857-1885) a finales de 1874. Con cumplimiento escrupuloso, como si de una hoja de ruta se tratase, de lo proclamado por Don Juan de Borbón en el Manifiesto de Lausana el 19 de marzo de 1945:

Primordiales tareas serán: aprobación inmediata, por votación popular, de una Constitución política; reconocimiento de todos los derechos inherentes a la persona humana y garantía de las libertades políticas correspondientes; establecimiento de una Asamblea legislativa elegida por la Nación; reconocimiento de la diversidad regional; amplia amnistía política (…)

Además, Don Juan de Borbón apuntaba a modo de conclusión: «Espero el momento en que pueda realizar mi mayor anhelo: la paz y la concordia de todos los españoles»[3]. Mas esa oportunidad sólo se presentó con el ascenso al poder de su hijo.

Juan Carlos I dio muestras de su propósito durante el discurso de su proclamación. Pronunciado, ante las Cortes, el 22 de noviembre de 1975:

Hoy comienza una nueva etapa en la historia de España. (…)

(…) La institución que personifico integra a todos los españoles (…).

(…) Un orden justo, igual para todos, permite reconocer dentro de la unidad del Reino y del Estado las peculiaridades regionales, como expresión de la diversidad de pueblos que constituyen la sagrada realidad de España. El Rey quiere serlo de todos a un tiempo y de cada uno en su cultura, en su historia y en su tradición.

(…) Una sociedad libre y moderna requiere la participación de todos en los foros de decisión, en los medios de información, en los diversos niveles educativos (…). Hacer cada día más cierta y eficaz esa participación debe ser una empresa comunitaria y una tarea de gobierno[4].

Plenamente consciente de que únicamente mediante la reconciliación de todos los españoles seríamos capaces de adentrarnos en otra etapa democrática. Pues como aseverara en 1946 el ex primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill (1874-1965):

« Sólo mediante la reconciliación de todos los españoles seríamos capaces de adentrarnos en otra etapa democrática». Share on X

Tenemos que volver la espalda a los horrores del pasado. Debemos mirar hacia el futuro. No podemos permitirnos el arrastrar a través de los años aquello que puede traer de nuevo los odios y las venganzas que se desprenden de las injurias del pasado[5].

Lo que queda meridianamente explicado por Suárez:

En mi opinión fue esencial para el éxito del camino emprendido la eliminación del espíritu de revancha. Había que asumir la historia entera de España, sin pensar que el patriotismo y la españolidad eran patrimonio exclusivo de nadie.

No se podía convertir a los vencedores en vencidos y a los vencidos en vencedores. Se trataba de que, de ahora en adelante, no hubiera ni vencedores ni vencidos sino sólo españoles. Había que lograr la definitiva reconciliación nacional cerrando las viejas heridas de la Guerra Civil, sin abrir ninguna nueva[6].

Sin embargo, la Transición no fue producto de unos pocos, sino de una sociedad entera que estaba decidida a reconquistar la libertad que le había sido usurpada. Porque, citando a Adolfo Suárez: «Hay algo que ni siquiera Dios pudo negar a los hombres: la libertad»[7].

«La Transición no fue producto de unos pocos, sino de una sociedad entera que decidió reconquistar su libertad». Share on X


Capítulo XLVII. La Transición, Suárez y el Rey –
(c) –
Ibiza Melián

 


Notas

[1] Constitución Española, 1978. Noticias Jurídicas. Obtenido el 21 de noviembre de 2016, de: https://noticias.juridicas.com/base_datos/Admin/constitucion.html

[2] Quevedo, F. (2006). Pasión por la libertad, pp. 44 y 45. Barcelona: ÁLTERA.

[3] 1945: Don Juan de Borbón dirige un manifiesto al pueblo español. ABC. Obtenido el 21 de noviembre de 2016, de: https://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1976/02/22/146.html

[4] Mensaje de Su Majestad el Rey a los españoles en su proclamación (1975, 22 de noviembre). Casa de Su Majestad el Rey. Obtenido el 22 de noviembre de 2016, de: https://www.casareal.es/ES/Actividades/Paginas/actividades_discursos_detalle.aspx?data=2794

[5] Churchill (1946, 19 de septiembre). Discurso de Churchill en Zurich. Historia del siglo XX. Obtenido el 22 de noviembre de 2016, de: https://www.historiasiglo20.org/TEXT/zurich-churchill.htm

[6] Quevedo, F. (2006). Pasión por la libertad, pp. 55. Barcelona: ÁLTERA.

[7] Frase de Adolfo Suárez. Akifrases. Obtenido el 22 de noviembre de 2016, de: https://akifrases.com/frase/131537

 

4 comentarios en “Capítulo XLVII: La Transición, Suárez y el Rey”

  1. Hola, gracias por escribir este articulo, porque algunos, nos hemos dado cuenta que Hay algo que ni siquiera Dios pudo negar a los hombres: la libertad, es cierto, pero si el dinero, la codicia, la ambición, el capitalismo, algunos que hemos sucunbido en la desgracia, otros viven a costa de amenazas, coacciones, insultos, llamadas con número anónimo a partir de las 08:10 de la mañana, es decir, Dios no, pero las re-cobradoras, ese ser ejemplar para ciencias morfológicas si te priva de la libertad, pues si no atiendes llamadas, llaman a tus vecinos, o familiares, les da igual todo y lo curioso es que cuando acudes a estamentos como consumo o protección de datos, para son sencillamente cartón piedra. De todas formas, es bueno recordar el camino que hemos avanzado, pero el capitalismo, que separa familias, enfrenta a amigos, destruye al ser humano que tenemos dentro, pondrá mucho freno en el avance.
    Un saludo.

  2. La transición empezó con el atentado a Carrero Blanco y concluyó, acaso, con el «fracasado» golpe del 23-F y la entrada en la Otan que formalizó Calvo Sotelo. La victoria del PSOE del 82 es ya el corolario obligado del fin de la transición. Todo esto es si limitamos la transición al recorrido entre la dictadura (de aquella manera…) y la democracia (de esta manera…). Podrían hacerse ciclos más amplios en cuanto al proceso de modernización en España, en los cuales la «transición» solamente sería una fase, y no la más importante.
    Gracias, Ibiza, por tu blog tan inspirador

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