Rodrigo nos arropaba con su mensaje. Triste lamento de alguien que nos instaba a reflexionar, a discernir entre la burda manipulación y la verdad. Labor un tanto complicada, porque preferimos culpar de nuestros males a imaginarias fuerzas ocultas que nos empujan sibilinamente a un pozo colmado de amarguras. Cuando lo cierto es que la realidad es mucho más simple, que escogemos que otros tomen las riendas de nuestras vidas antes que asumir la responsabilidad de elegir con libertad. Pese a equivocarnos, pues eso supone madurar y progresar. Ser el dueño de nuestro propio destino, sin permitir que nadie coarte nuestros derechos fundamentales. Intentar lograr nuestras metas, perseguir la felicidad, sin que nos impongan un plan de vida prefijado. (21) Y eso significa ser liberal. Erigirnos como un ente único, al que jamás el Estado podrá sacrificar para satisfacer un presunto beneficio de la sociedad, aunque de la mayoría se tratase.
En su alegato se quejaba de cómo era posible que la población clamara por más dirigismo estatal en la economía, cuando los datos resultaban irrefutables. Aquellos países donde se ha dejado actuar al mercado, disminuyen la pobreza de sus habitantes, terminando por proporcionar las cotas más altas de libertad en todos los ámbitos. Porque cuando se cubren las necesidades elementales, la gente clama por satisfacer otras más elevadas. Ya que no hay un liberalismo político y otro económico, sino que es una corriente filosófica que constituye un todo, o se es, o no se es libre. Pese a que si no eres propietario de tus propios recursos, acabas por ser un esclavo, antes de un señor feudal y ahora del poder gubernamental.
La derecha se define como liberal en lo económico. No obstante, en lo social, actúan cual comunitaristas, al exigir a los demás una determinada forma de ser o comportarse en su ámbito privado, en pro de proteger una pretendida moral común. (22) Mientras, los socialistas otorgan autonomía en lo privado, pero reivindican el derecho de dirigir la economía, abogando como los anteriores por un hipotético bien común. Cuando lo único que tiene que hacer el Estado es velar porque se cumplan las normas, para que podamos desarrollar la vida que cada uno repute sin violar los derechos de otros. Porque tal como aseveró uno de los Padres Fundadores y cuarto presidente de Estados Unidos, James Madison: “Si los hombres fueran ángeles no sería necesario el gobierno, y si fueran a ser gobernados por ángeles no se requeriría ningún control al gobierno, que es una administración de hombres sobre hombres.”
El liberalismo no habla de abandonar a los más desprotegidos a su suerte. Así, conforme a las teorías del liberalismo igualitario del filósofo Jhon Rawls, es admisible cierta redistribución siempre que sea para garantizar la igualdad de oportunidades a los más desprotegidos. Con el fin de que todos partamos desde un mismo punto de salida. Sin embargo, cabe que la brecha entre unos y otros se agrande en base a sus actitudes y aptitudes, pero esto carece de importancia si se aseguran unos mínimos. (23) Porque la historia ha demostrado que, parafraseando al intelectual liberal argentino Armando Ribas: “la igualdad económica requiere una gran desigualdad política, es decir, falta de libertad y de derechos.”
Esto último fue lo que intentó imponer sin éxito el extinto bloque comunista, que provocó el levantamiento, el 13 de agosto de 1961, del vergonzoso muro de Berlín. El cual se derrumbó el 9 de noviembre de 1989, mostrando al mundo el fracaso de un sistema: el de la planificación centralizada y el dirigismo económico. La denominada en 1949 República Federal de Alemania produjo lo que se llamó el “Milagro Económico Alemán”, debido a la implantación de la economía de mercado por el ministro de finanzas en aquel momento Ludwig Erhard. Eliminando restricciones y control de precios. En tanto los residentes en la irónicamente llamada República Democrática Alemana vivían en la penuria y la represión. Abocando a los soviéticos a construir una barrera para evitar su huida en masa hacia el oeste. Hoy ambas Alemanias se han unido, formando el pulmón europeo.
Otro ejemplo claro de cómo la economía de mercado merma la pobreza lo encontramos en Bangladesh. Los microcréditos han posibilitado la incorporación de las capas más bajas al comercio. En dos décadas la pobreza ha pasado del 57% al 31%. (24) No en vano el Banco Grameen recibió en el 2006 el Premio Nobel de la Paz por su labor. Banco social de microcréditos creado por el economista Muhammad Yunus en este país. Quien defiende que son los sistemas políticos los que generan la pobreza, y que si a las personas se las deja actuar libremente en el mercado desarrollan todas sus habilidades. “La mano invisible” de Adam Smith que hace que los seres, sin proponérselo, se favorezcan mutuamente al comerciar de modo voluntario. Ya que no es una acción de suma cero, es decir, donde una gana y otro pierde, sino que ambos se benefician.
La India es otro arquetipo. Tras su independencia del Reino Unido en 1947 se decantó por una economía planificada. Hasta 1991 la amplitud de regulaciones, la enorme burocracia fueron la tónica. El Estado lo controlaba todo, generando corrupción y miseria. En 1991 se abren a la economía de mercado. La pobreza se redujo del 60% de 1981 al 42% del 2005.
O Japón, quien hasta 1868 estuvo cerrada al mundo, bajo la tutela de una sociedad feudal. A partir de entonces accede al comercio exterior. Hoy es una de las grandes potencias económicas mundiales. Cabe señalar igualmente a Vietnam que gracias a la economía de mercado transformó su 60% de pobreza de 1975 en el 16% actual.
En el otro extremo está África, donde a pesar de sus grandes recursos, el dirigismo político no permite su avance. La inseguridad jurídica obstaculiza la inversión. La corrupción campea a sus anchas. Sus habitantes no pueden acceder al crédito, pues los títulos de propiedad sobre la tierra con los que podrían avalarlos apenas existen. Conseguir una licencia para establecer un negocio es prácticamente misión imposible. Situación denunciada, entre otros, por Xavier Sala-i-Martin, catedrático de la Universidad de Columbia.
Y esto precisamente fue lo que desencadenó “la Primavera Árabe”. El detonante acaeció el 17 de diciembre de 2010 en Túnez. Un joven tunecino de 27 años, Mohamed Bouazizi, se quema a las 11:30 frente a un edificio oficial, gritando: “¿cómo esperáis que me gane la vida?” Puesto que a las 10:30 la policía le había quitado la fruta que tenía para vender y le había prohibido ejercer más esta actividad. Mohamed no tenía permiso, como casi nadie por la enorme dificultad para obtenerlos. Tampoco disponía de título de propiedad sobre su vivienda, por lo que esa mañana la fruta la había adquirido con un crédito informal. La confiscación de sus bienes por parte de la autoridad lo abocaba a la bancarrota, al no quedarle manera alguna de devolver el dinero que había recibido en préstamo, ni modo de seguir subsistiendo. Poco después fallecería, el 4 de enero del 2011. (25) A tenor de un estudio del prestigioso economista liberal Hernando de Soto, presidente del Instituto Libertad y Democracia (ILD), en total fueron 49 personas las que se inmolaron, más o menos al mismo tiempo, en Oriente Medio. Quienes reclamaban simplemente sus derechos económicos, encontrando como única vía de protesta el suicidio. Y la inicial petición de libertad económica llevó a solicitar la política. El régimen de Túnez cayó, después fue Egipto, Libia y en Siria ha derivado en una auténtica guerra civil.
Mas los enemigos de la libertad, quieren separar ambos términos. Esgrimiendo que el liberalismo sólo se ocupa de la parte material del ser humano, careciendo de ética. Cuando la verdad es que el pasado nos demuestra que sólo en un pleno ambiente de libertad puede prosperar el individuo en su globalidad. El liberalismo es mucho más y no aquello que esgrimen unos y otros para mantener sus privilegios. Corriente que nos convierte en dueños de nuestra vida y nuestro futuro. Y es que, en palabras del intelectual estadounidense Walter Lipman: “En una sociedad libre, el estado no administra los negocios de los hombres, sino que administra justicia entre hombres que conducen sus propios negocios.”
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(21) Martínez Zorrilla, D. (2009). Módulo 2: Los fundamentos teóricos de los derechos humanos. En Sánchez Sánchez, V. M. y Bonet Pérez, J. (coords.) Derechos Humanos, p. 13 (Tercera edición). Barcelona: FUOC
(22) Gargarella, R. (1999). Las teorías de la justicia después de Rawls. Un breve manual de filosofía política, pp. 125-133 (5ª Impresión, julio 2010). Madrid: Espasa Libros, S.L.U.
(23) Sandel, M.J. (2011). Justicia. ¿Hacemos lo que debemos? Barcelona: Debate.
(24) Galarraga, N. (13 de agosto de 2013). El éxito inesperado de Bangladesh. El País.
(25) De Soto, H. (28 de enero de 2012). El mundo árabe está ahora como Europa con la Revolución Industrial del siglo XIX. Instituto Libertad y Democracia Europa. Obtenido el 14 de septiembre de 2013, de: https://ildeuropa.tecnicascompetitivas.com/sites/ildeuropa.tecnicascompetitivas.com/files/Hernando%20de%20Soto%20en%20EL%20MUNDO%20280112.pdf
Economia y libertad en otras palabras,buscarce la vida sin molestar a los demas
s alo q tiend l liberalismo una utopia q s intenta resolver en la practica.
Para mi personal ment ai un punto en la economia q s la clave d todo…..LA MONEDA…..s lo q nos tiene en jak a todos y s la simplesa misma «el valor tribu
tado del esfuerzo realizado»y la economia studia la forma d saltarse sta Primera
ley increbrantable y asta l momento ningun sistema politico a logrado mantener
este simple primer principio sin gerra………y x ai va l camino y no se compliken………….
Hola Mohame:
Sobre la no intervención del Estado en la moneda ya hay teorías desarrolladas, la cuestión es que quizás no hay demasiado interés en ponerlas en práctica.
Pero si desde el comienzo de los tiempos la humanidad hubiese pensado que no se podía cambiar la situación que nos tocaba en cada momento, no hubiésemos progresado. Por eso sólo queda perseverar, para dar a conocer posturas alternativas que mejoren la vida de todos preservando la libertad individual.
Un millón de gracias por acercarte a este humilde blog y compartir tu enriquecedora opinión.
Efectivamente, la primavera árabe cuenta sus orígenes desde el colonialismo inglés y francés, con una casta establecida por muchos años y unos valores hereditarios que generaron controversia.