La farsa electoral, en la que desembocó la Restauración, provocó la irrupción de variados alegatos que abogaban por su perentoria modificación. Como los del político liberal Francisco Silvela (1843-1905), sustituto de Cánovas en el liderato del Partido Conservador tras su muerte en 1897. Quien instó a una reforma total del gobierno municipal, en pro de erradicar el caciquismo y el clientelismo político. Un proyecto regeneracionista, supeditado a una intervención quirúrgica desde la cúspide hasta la base. Influido mayormente por las teorías de Joaquín Costa (1846-1911), el máximo exponente del movimiento regeneracionista.
Después de la retirada de Silvela, Antonio Maura (1853-1925) se haría acopio de tales pensamientos dentro del Partido Conservador. Consciente de la obligación de acabar con la corrupción política cuanto antes. Autor del famoso discurso La Revolución desde arriba, en el que proclamó:
España entera necesita una revolución en el gobierno radicalmente, rápidamente, brutalmente; tan brutalmente que baste para que los que estén distraídos se enteren, para que nadie pueda ser indiferente y tengan que pelear hasta aquellos mismos que asisten con resolución de permanecer alejados (…)
(…) No; más que nunca es ahora necesario restablecer aquella ya casi olvidada, de tiempo que ha que fue perdida, confianza entre gobernantes y gobernados; y ya no hay más que un camino, que es la revolución audaz, la revolución temeraria desde el Gobierno, porque la temeridad es, no obra de nuestro albedrío, sino imposición histórica de los ajenos desaciertos. Nunca habría sido fácil la revolución desde el Gobierno, nunca habría sido recomendable, si hubiera podido dividirse la facultad y esparcirse la obra en el curso del tiempo; pero cada día que pasa, (…), es mucho más escabrosa, mucho más difícil, y el éxito feliz mucho más incierto; y no está lejano el día en que ya no quede ni ese remedio.
Y a este propósito se dedicó en cuerpo y alma durante la presidencia de su «gobierno largo», acaecido entre 1907 y 1909. Pues estaba convencido de que la ampliación de la autonomía local, en detrimento del intervencionismo central, conduciría a que la sociedad se implicase en la consecución del plan esbozado. Pero la brutal represión que mantuvo el ejecutivo por él dirigido, con la intención de sofocar los altercados de «La Semana Trágica de Barcelona», provocaron su dimisión sin lograr una renovada Ley para la Administración Local.
Luego le tocaría a José Canalejas (1854-1912), por parte del Partido Liberal, retomar las referidas reflexiones. No obstante, su temprana muerte imposibilitó el objetivo por tantos anhelado. Asesinado el 12 de noviembre de 1912, a manos del anarquista Manuel Pardiñas Serrano, mientras transitaba por la zona madrileña de la Puerta del Sol. Con posterioridad accedería al poder el Conde de Romanones (1863-1950), quien carecía de la convicción necesaria para abanderar tan magnánimos planteamientos. Por lo que la situación política, a partir de 1913, derivó en un perenne apagar fuegos y se dejó a un lado cualquier medida de profundo calado.
Capítulo XXXIV. La Revolución desde arriba –
(c) –
Ibiza Melián
Acertado artículo que muestra mucho parecido con la actual coyuntura polìtica española y la ineficacia de los gobiernos para resolver los problemas nacionales, sobre todo los de la izquierda.