Capítulo XLV: Del bienio reformista al radical-cedista

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Luego de promulgarse la Constitución de 1931 arrancó una renovada etapa, bajo la dirección de un gabinete conformado por republicanos de izquierda y socialistas. La presidencia la ostentó Manuel Azaña (1880-1940). Mientras que la Jefatura del Estado recayó en Niceto Alcalá Zamora (1877-1949) El Ejecutivo emprendió amplias reformas en distintos ámbitos: agrario, educativo, militar, laboral. Quizás el error no estuvo en el fondo de las mismas, las cuales en su mayoría resultaban bastante acertadas, sino en las formas. En ciertos momentos se mostró ausencia de tacto y una aparente ansia de revancha. Lo que contribuyó a reforzar los argumentos de los sectores más fanáticos.

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Además surgió una divergencia de planteamientos dentro del grupo. Los socialistas, tradicionalmente recelosos del modelo liberal representado por la burguesía, aspiraban a poner en práctica las ideas marxistas. Sólo habían aceptado sellar la alianza electoral como medio para acceder al poder. Sin embargo, para los republicanos se tornaba prioritario consolidar la democracia burguesa.

Al margen se colocaron los anarcosindicalistas. Quienes perseguían transformar la sociedad y erigir una sin clases, ni Estado. Irrumpieron dos vertientes: la más moderada, encarnada por la CNT; y la extrema, protagonizada por la Federación Anarquista Ibérica (FAI). Estos últimos supuestamente responsables de la enardecida conflictividad laboral y de los amotinamientos en el campo, cometidos para dificultar el asentamiento del sistema político recientemente nacido. En esa línea, en junio de 1931, un grupo de anarquistas sevillanos y suboficiales del Ejército fueron acusados de conspiración, por la supuesta tentativa de llevar a cabo un levantamiento el día de los comicios a Cortes. Asimismo, incitaron a los campesinos a la ocupación de fincas, en pro de exigir al Gobierno una reforma agraria que les entregase de forma inmediata tierras. El 6 de julio convocaron la huelga nacional de la Compañía Telefónica, aunque con desigual seguimiento, ocasionó sangrientos sucesos. El 4 de agosto le tocó a la metalurgia de Barcelona. Y así una concatenación de violentos episodios que se desarrollaron durante el primer bienio, el calificado por los historiadores como reformista, de 1931 a 1933.

En agosto de 1932 el general Sanjurjo trataría de suscitar la habitual en España insurrección militar, denominada «la sanjurjada». Aunque se frustró, el Gobierno comenzó a dar claras muestras de desgaste. Lo que junto con el incidente de Casas Viejas, donde perecieron varios campesinos anarquistas a manos de la Guardia de Asalto, desembocó en la convocatoria de nuevas elecciones para noviembre de 1933.

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La derecha, considerablemente mermada durante el primer bienio, se reorganiza para la siguiente contienda electoral alrededor de tres nuevas fuerzas:

La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA).- Auspiciada eminentemente por la Iglesia católica y liderada por Gil Robles.

Renovación Española (RE).- Donde se concentraban los monárquicos y al frente de la que se situó Calvo Sotelo.

Falange Española (FE).- De corte fascista y dirigida por Jose Antonio Primo de Rivera. El que fuera hijo del dictador Miguel Primo de Rivera.

En tanto la izquierda concurrió disgregada. Los anarquistas solicitaron la abstención. Además las incendiarias soflamas, vertidas por algunos políticos, generaron en parte de los votantes un sentimiento de miedo a una hipotética revolución. Como la de Largo Caballero (1869-1946), ministro de Trabajo y posteriormente presidente del Gobierno por el PSOE, el 9 de noviembre de 1933 durante la campaña electoral. Alegato publicado en el periódico El Socialista. Desafortunadas palabras que únicamente podrían contribuir a exacerbar los ánimos en un contexto, ya de por sí, sobradamente convulso:

Se dirá: ¡Ah, ésa es la dictadura del proletariado! Pero ¿es que vivimos en una democracia? Pues ¿qué hay hoy, más que una dictadura de burgueses? Se nos ataca porque vamos contra la propiedad. Efectivamente. Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. No ocultamos que vamos a la revolución social. (…) Mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas, habrá que obtenerlo por la violencia… nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente. Eso dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil… Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil… No nos ceguemos camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aun los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar. El 19 vamos a las urnas… Mas no olvidéis que los hechos nos llevarán a actos en que hemos de necesitar más energía y más decisión que para ir a las urnas. ¿Excitación al motín? No, simplemente decirle a la clase obrera que debe preparase… Tenemos que luchar, como sea, hasta que en la torres y en los edificios oficiales ondee, no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista[1].

Todo ello desencadenó, el 19 de noviembre, el triunfo de las organizaciones conservadoras. El Partido Republicano Radical (PRR) creado por Alejandro Lerroux (1864-1949) en 1908, más centrado. Quien incluso había apoyado las iniciativas planteadas por Manuel Azaña durante el primer bienio y manifestó: «Yo no me he hecho conservador, hablo como gubernamental»[2]. Así como la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). Lo que dio paso al bienio nombrado como radical-cedista, que abarcó de 1933 a 1936.

Durante el primer año la CEDA, a pesar de ser el grupo más numeroso en el Congreso, se limitó a otorgar su apoyo al Gobierno desde el Parlamento, sin incorporarse al Ejecutivo. Nuevamente la inestabilidad de los gabinetes fue la nota imperante. Lerroux, presionado por la CEDA, acometió una política de involución con respecto a la etapa anterior.

No obstante, en octubre de 1934, acaecieron los incidentes más trágicos. El día 7 una parte del PSOE se embarcó en una insurrección armada. Treinta mil hombres adscritos al llamado «Ejército Rojo» tratarían de hacerse con el poder en Madrid. Fracasaron, pero aquel fatídico capítulo dejó el saldo negativo de cuatro mil fallecidos. A las pocas horas de entrar la CEDA en el Gobierno se convocó un «paro general». Con destacada acogida en Asturias. El Ejecutivo encargó a Franco la sofocación de la sublevación. Lo que motivó enormes destrozos y más de mil muertos.

Hechos que terminaron por convencer a la derecha de las pretensiones bolchevizantes de la izquierda. Augurios que se reforzaron, además de por los diversos actos perpetrados, por las múltiples y públicas declaraciones. Como la del último manifiesto de los líderes obreros a los mineros asturianos antes de rendirse, el 18 de octubre de 1934:

La lucha entre el capital y el trabajo no ha terminado, ni podrá terminar, en tanto que los obreros y campesinos no sean dueños absolutos del poder. El hecho de organizar la paz con nuestros enemigos no quiere decir que reneguemos de la lucha de clases. No. Lo que hoy hacemos es, simplemente, un alto en el camino, en el cual subsanaremos nuestros errores para no volver a caer en los mismos…[3]

De igual modo, la negativa de los partidos de centro republicano a aplicar las desproporcionadas indicaciones de castigo que exigía la CEDA suscitó en ésta dudas acerca de la fortaleza gubernamental. Por lo que estimó que la única vía para restablecer el orden se circunscribía a la militar, fórmula eterna y tristemente consagrada en el panorama nacional.

Por otro lado, el Ejecutivo quedó notablemente tocado por los casos de corrupción que afectaron a algunos dirigentes del Partido Radical de Lerroux. Estalló el asunto del estraperlo, que debe su nombre a Strauss, Perle y Lowmann. Quienes idearon una ruleta eléctrica que manipulaba el juego en los casinos. Su implantación fue autorizada por los gobernantes estatales, quienes supuestamente recibían una comisión a cambio del permiso. Los hechos salpicaron en 1935 al mismo presidente del Consejo de Ministros de España, Alejandro Lerroux[4]. A quien, según Strauss, se le tenía que entregar el 25 % del rendimiento del juego de azar, que se llegó a instalar en el Casino de San Sebastián[5]. El Jefe de Estado disolvió las Cortes y convocó elecciones generales.

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El 15 de enero de 1936 la izquierda suscribió un pacto en torno al Frente Popular, de manera que ganaron las votaciones celebradas el 16 de febrero de 1936. Niceto Alcalá Zamora fue destituido como Presidente de la República y relevado por Azaña.

El 19 de marzo de 1936 el Partido Socialista emitió otro manifiesto revelador de su línea de actuación. Publicado en el órgano socialista Claridad:

El partido socialista tiene por aspiración (…) la conquista del poder político por la clase trabajadora (…) la transformación de la propiedad privada individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad colectiva, social o común. En el período de transición de la sociedad capitalista a la socialista la forma de Gobierno será la dictadura del proletariado, organizado como democracia obrera[6].

Los fanatismos se acentuaron profundamente. Se articularon dos estructuras monolíticas y enfrentadas, la derecha y la izquierda. Los centristas y moderados quedaron relegados a la mínima expresión. El miedo a las represalias y a la que pareciera inminente revolución bolchevique aceleró los contactos para propiciar un alzamiento. El reciente gobierno designado, conocedor del peligro, intentó alejar a los militares más proclives al mismo. Franco fue destinado a Canarias, Mola a Pamplona y Goded a Baleares.

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En una punta la CNT abogaba por la rebelión como vía para la conquista de la riqueza social, en pro de instaurar una sociedad sin clases, ni Estado. Otro concreto sector socialista prefería no entrar a formar parte del Gobierno, a la espera de la debacle del modelo burgués que facilitara la conquista del poder por el proletariado. En las antípodas, la derecha más reaccionaria promulgaba una ruptura del orden constitucional. Fractura que se evidenció también en las calles de modo muy violento. Más de un centenar de iglesias fueron quemadas. El Gobierno decretó el cierre de los colegios religiosos con la excusa de evitar más altercados. Lo que contrarió a la Iglesia, que inicialmente había respetado a la mayoría gobernante del Frente Popular. Tales hostilidades desembocaron en un espíritu de cruzada, de gran trascendencia durante la guerra civil. A lo que se sumó la beligerancia laboral del mundo rural.

En la madrugada del 13 de julio fue asesinado José del Castillo Sáez de Tejeda, socialista y teniente de la Guardia de Asalto, a manos de pistoleros de la extrema derecha. Como respuesta, sus compañeros, acabaron con la vida de Calvo Sotelo. El 14 de julio, se dio sepulcro a sendos cuerpos inertes. Enterrados en cementerios contiguos, en medio de una enorme crispación y tensión. Detonante justificativo del fallido parcialmente golpe de Estado del 17 de julio, que acabó en una cruenta guerra civil. La cual se prolongó hasta el 1 de abril de 1939, instante en el que se rindieron las últimas tropas republicanas.

Según por donde uno transite en España, las historias narradas de ese aberrante periodo de la contienda son en el fondo iguales, aunque diferentes en matices y colores. Niños huérfanos, como mi padre, Pedro Rodríguez. Que pertenece a una época ya pasada. Curtido por los miedos de la infancia, la hambruna de la guerra y por los odios fratricidas de una España dividida.

Azaña aseveró:

Cuando los españoles puedan emplear en cosa mejor este extraordinario caudal de energías (…) sustituirán la gloria siniestra y dolorosa de la guerra. Y entonces se comprobará, una vez más, lo que nunca debió ser desconocido por los que lo desconocieron: que todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo río[7].

Hermanos y conocidos vilmente aniquilados por cualquiera de los dos bandos enfrentados. Para ejemplo el caso de Federico García Lorca y José Antonio primo de Rivera, grandes amigos y admirador éste último de la poesía del primero. El propio Lorca relataría:

José Antonio. Otro buen chico. ¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo ni a mí me conviene que me vean con él[8].

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Federico García Lorca fue fusilado por los sublevados presuntamente en la madrugada del 19 de agosto de 1936. Al igual que la heroína de su obra teatral, María Pineda, Lorca moriría en Granada siendo inocente. Creación en la que, sin saberlo, narró los versos de su propio epitafio:

«¡No puede ser! ¡Cobardes! ¿Y quién manda
dentro de España tales villanías?
¿Qué crimen cometí? ¿Por qué me matan?
¿Dónde está la razón de la Justicia?(….)
(…) Ahora sé lo que dicen el ruiseñor y el árbol.
El hombre es un cautivo y no puede librarse.
¡Libertad de lo alto! Libertad verdadera,
enciende para mí tus estrellas distantes.
¡Adiós! ¿Secad el llanto!(…)
(…) ¡Yo soy la Libertad, herida por los hombres!
¡Amor, amor, amor, y eternas soledades!
(…) ¡Oh, qué día triste en Granada,
que a las piedras hacía llorar (…)[9].»

José Antonio Primo de Rivera fue ejecutado por conspiración y rebelión militar por el gobierno republicano, durante los primeros meses de la Guerra Civil Española. A modo de última voluntad pronunció: «Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles»[10]. Empero, para desgracia de todos, esto no fue así.

Y después de la Guerra Civil vino el gris y la oscuridad, nota común de todas las dictaduras sean del signo que fueren. Donde la libertad no existe, muerta a manos del miedo y la imposición. Porque como afirmó el gran médico y célebre liberal Gregorio Marañón (1887-1960):

«Vivir no es sólo existir,
sino existir y crear,
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar»[11].

Soñar en defender libremente nuestros ideales sin temor a ser bruscamente acallados o apartados. Soñar con una España libre, donde impere la razón y la tolerancia. En definitiva, soñar con esa venerada y mil veces aclamada Tercera España: la de la libertad, la integración y el progreso.

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Notas:

[1] Francisco Largo Caballero. FIDEUS REPUBLICANS. Obtenido el 31 de octubre de 2016, de: https://www.fideus.com/biografiesF%20-%20largo%20caballero.htm

[2] Frase de Alejandro Lerroux. Akifrases. Obtenido el 1 de noviembre de 2016, de: https://akifrases.com/frase/119457

[3] La Revolución de Asturias. Unidad Cívica por la República. Obtenido el 1 de noviembre de 2016, de: https://www.unidadcivicaporlarepublica.es/Taller%20de%20Historia/la%20revolucion%20asturias.htm

[4] Melián, I.(2015). La corrupción en España y sus causas, pp. 251-252. Createspace Independent Publishing Platform

[5] El Straperlo, la ruleta política. La aventura de la Historia. El Mundo.

[6] La Segunda República (abril de 1.931-julio de 1.936). IES Benlliure. Departamento de Geografía e Historia. Obtenido el 1 de noviembre de 2016, de: https://studylib.es/doc/97771/08.-la-segunda-rep%C3%BAblica–1931-1936—doc-1-49-mb-

[7] Frase de Manuel Azaña. Akifrases. Obtenido el 1 de noviembre de 2016, de: https://akifrases.com/frase/102152

[8] R. Santos, R. (3 de mayo de 2015). Jesús Cotta: Rosas de plomo. El Imparcial

[9] García Lorca, F. (1925). María Pineda. Cultura en Andalucía. Obtenido el 1 de noviembre de 2016, de: https://www.culturandalucia.com/FEDERICO_GARCIA_LORCA/Federico_Garcia_Lorca_TEATRO_Mariana_Pineda.htm

[10] Primo de Rivera, J. (1936, noviembre). Testamento de José Antonio Primo de Rivera. Obras Completas de José Antonio Primo de Rivera. Obtenido el 1 de noviembre de 2016, de: https://www.rumbos.net/ocja/jaoc0196.html

[11] Marañón, G. Proverbia. Obtenido el 1 de noviembre de 2016, de: https://www.proverbia.net/citasautor.asp?autor=628

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