La llamaban Hada, aunque su verdadero nombre era Ana. Vivía en una destartalada casa junto al estadio de fútbol. Ya nadie recuerda su edad; si bien, jóvenes y mayores aseguran haber hablado con ella en algún momento. Persona extraña, capaz de enumerar todos los detalles de cualquier acontecimiento.
La primera vez que la vi fue en el bar del mercado. Sentada en la mesa de siempre, transformada en su improvisado lugar de trabajo. Donde leía la mano a cambio de un par de monedas. Su amarga sonrisa siempre me cautivó; no obstante, me resultaba harto complicado reflejarla en mis lienzos.
Hoy, al leer la noticia de su fallecimiento, instintivamente rebusqué en la buhardilla el último dibujo que de ella hice. El periódico decía que había muerto ahogada tras saltar desde el puente, al caer al río en una noche de fuertes lluvias. Como hizo su amado Juan más de tres décadas atrás. Por lo que no pude dejar de escribir bajo mi retrató: «Primero murió de amor y luego el río se la llevó».
«Primero murió de amor y luego el río se la llevó» Share on X