La tarde llegaba a su fin, dando paso a la fría noche. Al fondo de la calle un gran Belén, compuesto de enormes y hermosas figuras. Los comercios engalanados de brillantes guirnaldas. Los puestos de castañas asadas se multiplicaban a lo largo de la misma, endulzando el ambiente con su nostálgico aroma. Y es que las navidades ya estaban cerca.
No obstante, entre todos los establecimientos, hubo uno que captó mi atención. Una antigua joyería, adscrita a la más absoluta tradición. Con una fachada de robusta madera y letras granate a modo de elegante letrero. Su escaparate repleto de cascabeles, doradas cintas y lazos azules. Y en el centro, como único elemento exhibido, un magnífico reloj. De cristal de zafiro con revestimiento antirreflectante, 31 rubíes y sujeto con una correa marrón de piel.
Entré y el tintineo de la campanilla avisó al dependiente de mi presencia. Le pregunté por la marca del mencionado reloj. Y me comentó que pertenecía a la nueva colección Ananta de SEIKO. También me dijo que: «Ananta significa “lo infinito” en sánscrito y expresa la dedicación de SEIKO en la búsqueda infinita de la perfección». Inmediatamente le pedí que me lo envolviese. Pues, ya lo había decidido, ese sería mi regalo de Reyes para él.
Cuando regresé a mi casa, deposité el pequeño paquete bajo el árbol y corrí a mi habitación. Allí estaba sobre la cómoda el minúsculo joyero de plata. Lo abrí lentamente, mientras la bailarina iniciaba su perenne danza al son del Vals del Lago de los Cisnes. Guardián de mi tesoro más preciado. Un pequeño reloj de pulsera, igualmente de SEIKO.
Mi abuelo me lo trajo de uno de sus viajes cuando era niña. Casi me daba miedo tocarlo. Tenía tantos años. Es lo único que me queda de él. Ha estado conmigo en cada uno de los momentos de mi existencia, alegres o tristes. Como triste fue aquel día en que murió. Era un jornada soleada de Junio, poco antes de mi dieciocho cumpleaños. Se fue, como siempre había vivido, tranquilo y sereno. Sin dejarse doblegar por nada ni por nadie. Y como no podía ser de otra forma, tampoco por aquella trágica enfermedad. Marcando mi minutero las 17:15 cuando exhaló su postrero suspiro
Desde entonces, cuando quiero sentirme arropada por el espíritu de mi abuelo, me pongo ese viejo reloj. Lleno de historia y amor. Y eso es lo mismo que espero que perciba mi marido cuando se coloque su reloj Seiko, de la colección Ananta, en la muñeca. Con el propósito de transmitirle a través de él todo mi cariño y afecto.
La colección Ananta está inspirada en la Katana, que según la firma:
…es una espada japonesa que tiene siglos de antigüedad. Fabricada por primera vez hace 800 años, la espada Katana es una hoja curva de un solo filo diseñada para poder desenvainarse y utilizarse en un solo movimiento. La precisión, arte y curvas parabólicas y afiladas del arte milenario de la artesanía de la Katana, encuentran su expresión en la nueva colección Ananta. Los laterales de la caja tienen la curva distintiva de la Katana y el proceso de pulido especial de SEIKO da a la caja su excepcional acabado de espejo, tan suave y plano como la espada. El afilado de las agujas y los índices de la esfera, representan el borde de la cuchilla de la hoja.
Y eso precisamente simboliza mi obsequio: un amor infinito, puro y sin dobleces.