Capítulo XXVII: La Casa del Espíritu Santo

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“El Templo de la Rosa Cruz”, de Teófilus Schweighardt Constantiens (1618)

No podía sacar de mi mente que la boda entre Doña Blanca de Borbón y Don Fadrique pronto se habría de celebrar. Consumando el anhelo de cualquier ser, que no es otro que unirse eternamente en la séptima etapa con su mitad. Transfigurándolo en un ente pleno. Retornando a ese lugar donde gobierna la paz. El fin de cualquier viaje existencial.

Momento que acontecerá cuando el halo iluminador que todos llevamos en nuestro interior quede plenamente liberado y pase a ocupar su lugar en el “Alma del Mundo.” Luego de caer en la cuenta cada persona de cuál es su origen y su verdadero hogar al que ha de regresar. Dejando atrás atisbo alguno mundanal. (68)

Pobre Doña Blanca me digo, una y mil veces, condenada al ostracismo, al olvido, a llorar en silencio un amor tan intenso como incomprendido. Mas su llanto amargo en breve ha de terminar. Volviendo su pálido rostro a resplandecer, al recobrar la ilusión por encontrarse con su amado y venerado noble español.

Por fin los amantes se convertirán en sólo uno. Abandonando la monarca castellana el gélido castillo seguntino. Al romperse las cadenas que la atan a aquel paraje, gracias a la Heka de los egipcios. Las palabras mágicas del hermetismo que el Gran Maestre en escasos instantes pronunciaría. Concitando la Alta Magia las energías celestes y terrestres, cuando el reloj marque la “Medianoche en Punto.”

Era el 7 de noviembre y el silencio sepulcral se apoderaba de la “Casa del Espíritu Santo.” Morada durante siglos de nuestra querida Hermandad. Templo de constante peregrinaje para aquellos que con corazón ardiente anhelan ser iniciados en los cultos mistéricos, (69) una vez el clamor místico irrumpe en sus sueños. Enseñanzas que se remontan a nuestros primeros ancestros y que el Maestro rescató en Damcar. (70) Santuario que ineludiblemente han de visitar los que estén dispuestos a abandonar su inconsciencia para renacer en la senda de la plena consciencia.

Cuna del esoterismo. Recinto donde se guarda con sumo celo el conocimiento que no se puede revelar. Recibiendo los iniciados, como recompensa por su silencio, la salvación. En contraposición al saber exotérico, idóneo para cualquier profano, al no haber peligro de que sea malinterpretado por los que apelan a una única y estrecha verdad. Erigido como un culto religioso más. Pero incapaz de despertar la chispa divina e individual.

Edificio rodeado de un frondoso jardín, desde el que se vislumbra en todo su esplendor su enigmática bóveda. Coronada por una piedra cúbica en punta. Recordándonos el camino a andar hacia la perfección espiritual. Travesía que arranca en la piedra bruta, que una vez desbastada se convierte en piedra cúbica, para acabar fusionándose el cuadrado con el triángulo, obteniendo así la “piedra filosofal” que todo lo ha de curar. (71)

Precediendo tan magnánima obra está el pozo de iniciación. Cuyos muros se han convertido en vestigio de los más antiguos ritos. Demostración palpable de las enormes similitudes entre las distintas creencias. De tal manera que esculpido en la piedra aparece el Dios persa Mitra, adorado por los pastores en la caverna donde acontece su nacimiento. Culto de gran profusión entre los soldados romanos. Luego, Jesús niño en idéntica escena, haciendo coincidir su natalidad con la fiesta pagana del solsticio de invierno. Dedicando al Señor el domingo, que era el día del Sol para los seguidores de Mitra, relacionando los cristianos a Dios con la Luz. El banquete ritual de los mitraicos que representa el ágape de los iniciados donde se comparte la “sustancia y sangre del toro divino.” Así como la última cena de la cristiandad en la que los Apóstoles toman el cuerpo y sangre de Cristo. De igual modo aparece reflejada la pasión y muerte de Osiris, propia de las creencias egipcias, junto a la de Cristo. Y la Virgen María al lado de la efigie de Isis adscrita también al culto surgido en Egipto. (72)

Y en el centro de nuestro “Jardín del Paraíso” se alza imponente la estatua de Hermes. Sosteniendo firmemente la vara mágica, entre la que se enlazan dos serpientes que encarnan la dualidad. Hermes, el guardián de los secretos más ocultos. Hermes, el que muestra la ruta a aquel que esté dispuesto a penetrar en el mundo del saber.

En tanto en la base de la escultura se puede leer nítidamente un pasaje del texto inscrito originalmente en la “Tabla de Esmeralda.” Descubierta en el desierto, bajo una talla de Hermes Trismegisto, por Apolonio de Tiana. Filósofo griego del siglo I. Advirtiéndonos: “Es verdad, sin mentira, cierto y muy verdadero: lo que está abajo es lo que está arriba y lo que está arriba es lo que está abajo; por estas cosas se hacen los milagros de una sola cosa.” (73)

Aún faltaba una hora para que diera comienzo el cónclave, mas Tomás, Carlos e Isabel ya estaban allí. Habiendo venido Amador conmigo. Mi infatigable compañero en tan arduo viaje. Quien creía firmemente que otro mañana era posible. Mostrándose radiante y feliz, con fe, esta vez sí, de que seríamos capaces de llevar la luz a la gente que en la caverna habita. Tal como nos conminó Christian Resende Cruz.

Sin embargo, yo no podía desterrar de mi mente la hoja garabateada que en la madrugada del 2 de octubre una presencia espectral en mi estancia dejó. Y más concretamente su posdata: “Razón por sí sola no basta.” Frase atribuida a Carl Gustav Jung. Mensaje con el que sin duda Doña Blanca me estaba señalando las pistas para consumar la trascendente misión.

Mientras mi mente seguía absorta en mis negros presagios Tomás me susurró:

“María, haznos el honor de abrir la “Casa del Espíritu Santo.” Pues tú eres la artífice, junto a Amador, de que estemos una vez más aquí.”

Así que cogí las aldabas de la puerta y toqué tres veces. Abriéndose inmediatamente, después del toque y señal, junto a la gran cruz que la adorna en la que sobresale una hermosa rosa pintada de un intenso magenta. Apareciendo el Pavimento de Mosaicos, conformado por idénticos cuadros blancos y negros. La “Tierra Sagrada” se mostraba majestuosa ante nuestros ojos. Presidiendo la sala el Sol y la Luna, (74) Horus e Isis. (75) Las fuerzas opuestas que rigen nuestro devenir. Y entre ambos la estrella flamígera, que simboliza el ideal al que cada individuo debe dirigir sus pasos para la perfección lograr. Iluminando a todo lo que le rodea y relacionándose armónicamente con ello.

Las dos imponentes columnas nos daban la bienvenida. Quedando a nuestros pies el cartel que nos instruía mediante las palabras de Lucas, III, 4-5: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. (76)

Todavía no habían llegado los demás, pues doce personas constituíamos “La Hermandad de Doña Blanca”. Haciendo el número trece el Gran Maestre, Ralf Hayek. Aunque esta vez estábamos convencidos de que muchos seríamos los allí congregados, al haber escuchado a buen seguro el reclamo otros análogos movimientos, que hasta ahora habían permanecido escondidos pero activos o en estado durmiente. La auténtica Caballería Espiritual que llevaría a cabo la Tercera Gran Reforma.


Capítulo XXVII: La Casa del Espíritu Santo –
(c) –
Ibiza Melián

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(68) Piñero, A. (1995). Capítulo IX: La gnosis. En Albar, J.; Blázquez, J.M; Fernández Ardanaz, S.; López Monteagudo, G.; Lozano, A.; Martínez Maza, C.; y Piñero, A, Cristianismo Primitivo y Religiones Mistéricas, pp. 197-225. Madrid: Ediciones Cátedra, S.A.

(69) Alvar, J. y Martínez Maza, C. (1995). Capítulo XXVIII: Cultos orientales y cultos mistéricos. En Albar, J.; Blázquez, J.M; Fernández Ardanaz, S.; López Monteagudo, G.; Lozano, A.; Martínez Maza, C.; y Piñero, A, Cristianismo Primitivo y Religiones Mistéricas, pp. 435-443. Madrid: Ediciones Cátedra, S.A.

(70) Orden Rosacruz AMORC. Gran Logia Española (2012). Nosotros, los Rosacruces. Barcelona: Ediciones Rosacruces, S.L.

(71) Ariza, F. (2007). La Masonería. Símbolos y Ritos. Zaragoza: Libros del Innombrable.

(72) Martínez Maza, C. y Alvar, A. (1995). Capítulo XXXIII: Cultos mistéricos y cristianismo. En Albar, J.; Blázquez, J.M; Fernández Ardanaz, S.; López Monteagudo, G.; Lozano, A.; Martínez Maza, C.; y Piñero, A, Cristianismo Primitivo y Religiones Mistéricas, pp. 515-536. Madrid: Ediciones Cátedra, S.A.

(73) Arribas Jimeno, S. (2014). Fascinante historia de alquimia descrita por un científico moderno, pp. 39-43. Oviedo: Universidad de Oviedo.

(74) Ariza, F. (2007). La Masonería. Símbolos y Ritos. Zaragoza: Libros del Innombrable.

(75) Alvar, A. (1995). Capítulo XXXI: Los cultos egipcios. En Albar, J.; Blázquez, J.M; Fernández Ardanaz, S.; López Monteagudo, G.; Lozano, A.; Martínez Maza, C.; y Piñero, A, Cristianismo Primitivo y Religiones Mistéricas, pp. 479-498. Madrid: Ediciones Cátedra, S.A.

(76) Ariza, F. (2007). La Masonería. Símbolos y Ritos. Zaragoza: Libros del Innombrable.

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