Capítulo VI: El que busca encontrará

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El Grito, cuadro pintado por Edvard Munch en 1893

Una leve brizna de aire gélido me despertó. El reloj marcaba las siete de la mañana. Miré hacia la ventana y me percaté de que estaba simplemente entornada. Mientras, la cortina tenuemente se balanceaba, empujando suavemente una hoja garabateada. Al instante escuché unas efímeras notas musicales, que desde un incógnito y remoto punto se transportaban para penetrar y apoderarse de mi estancia. Aunque no sin dificultades, creí adivinar la magistral obra musical: “El Arte de la Fuga”, de Johann Sebastian Bach .

Cogí con temblorosas manos aquel misterioso trozo de papel, donde pude con absoluta claridad leer: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.” (Mateo VII: 6). Para proseguir a renglón seguido: “El que busca encontrará, y al que llama se le abrirá.” (Evangelio Según Tomás – 94 [Texto copto de Nag Hammadi]). Culminando aquel galimatías con: “Si uno no entiende a otra persona tiende a considerarlo un loco.” (Carl Gustav Jung). Inquietante advertencia rubricada, en virtud de lo allí aseverado, por Christian Rosenkreutz, datada el 21 de diciembre del 2012 a las 11:12. Pero dicha fecha era de un futuro cercano y no del momento presente. Aderezado todo ello con una truculenta posdata, atribuida igualmente al eminente psicólogo suizo y por cierto tiempo colaborador de Freud, Carl Gustav Jung: “Razón por sí sola no basta.” Cerrando la misiva con un: “Sólo en Agharta la solución hallarás.”

Aquello me resultaba extraño, no obstante, en lo más recóndito de mi ser intuía que habitaba la respuesta, tal como me recriminara el día anterior Amador. Durante tantos años celosamente guardada. Protegida ante los ojos de los incapaces de descifrar su contenido. ¿Estaría la sociedad ya preparada para conocerla? ¿O no podrían soportar vivir sin proseguir subliminalmente por otros manipulados, mermando su libertad individual y su innata capacidad de decisión personal?

El 21 de diciembre del 2012 a las 11:12, coincidente con el solsticio de invierno. Para algunos significa el nacimiento de una Nueva Era, como de Acuarios la llaman. Regida por el cambio de valores y paradigmas. Dando lo viejo paso a lo nuevo. Incluso hay quien cree que ya comienzan a vislumbrarse las primeras manifestaciones, precedidas por el descontento social y las movilizaciones.

Christian Rosenkreutz, personaje simbólico, supuesto líder del movimiento rosacruz. Quienes anhelaban instaurar la Gran Reforma. El místico número siete, pues siete son los planos a atravesar que nos conducen a la perfección particular. Dejando atrás los instintos terrenales más básicos hasta llegar a una reconfortante y suprema espiritualidad.

Johann Sebastian Bach y “El arte de la Fuga”, partitura en la que determinados investigadores aseveran que el autor codificó el instante exacto de su muerte extrañamente con anterioridad a que esta se produjera. Genio, según parece, tampoco ajeno al enigmático movimiento rosacruz.

Carl Gustav Jung, reputado como una de las diez mejores mentes que dio el siglo XX. Quien defendió que en nuestra psique se encontraba insertado un conocimiento universalizado, constituido por los arquetipos. Fundamentando gran parte de sus estudios en la trascendental alquimia. Sabios que gracias a la piedra filosofal trasmutaban la materia bruta en la de mayor nobleza. Reinterpretando los pilares básicos del inicial gnosticismo.

Me sentía aturdida, atormentada por tales delirantes presagios. Al dirigirme hacia la cocina para mi abrasadora sed saciar, inconscientemente me detuve ante la litografía que tengo en el salón, del desconcertante cuadro del pintor noruego Edvard Munch: “El Grito”. Para algunos un alarido aterrador de aquel que se debate entre dos mundos, dos planos antagónicos aunque forzosamente complementarios. Expresándose el artista, a tenor de su halo inspirador, de tan desgarradora manera: “Paseaba por un sendero con dos amigos – el sol se puso – de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio – sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad – mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.”

Y es que según narraba aquel incomprensible papel, parafraseando a Carl Gustav Jung: “Razón por sí sola no basta.” Constituyendo Agharta la presunta civilización más avanzada desde que el mundo es mundo, sita en las entrañas de la Madre Tierra. ¿O quizás con ello quisieron indicarnos los ancestros el camino hacia nuestra alma?

Hasta clarificar aquel perturbador acertijo tendría que callar, pues atendiendo a lo que la nota apuntaba, como mínimo de demente habría de ser designada. Ya era de día e infinidad de efímeros rayos de luz inundaban mi morada, alumbrando una esperanzadora jornada, en la que continuaría buscando para encontrar mi verdad. Cual Quijote, enfrentándome a las dispares pruebas que delante de mí irrumpieran, bajo el temor de ser marcada de herética por el asfixiante sistema dominante. Presentía que en la reconstrucción del Templo de Salomón radicaba la pista para la salvación y que tocando en la correcta puerta esta se abriría.

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