Libertad no albergaba la mínima duda con respecto a lo hipotéticamente acontecido en Matahambre. Sucesos protagonizados por La banda de Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como. Y a pesar de la complejidad del problema, se mostraba someramente optimista con su pronta resolución. Se convencía sobre que el fin de esos tristemente habituales comportamientos, aunque fuertemente arraigados en los cimientos de la corporación local, ya estaba cerca. Pues resultaba inadmisible que en pleno siglo XXI se produjeran supuestos casos de: componendas en la facturación del consistorio, amaños en las licitaciones municipales o arbitrarias Modificaciones Puntuales del Planeamiento. Amén de una ristra de presuntas tropelías más. Quizás hasta ahora no existiesen pruebas concluyentes sobre tales hechos, pero, con toda probabilidad, en cualquier momento emergerían. Sólo era cuestión de tiempo.
Esa noche, al irme a la cama, no pude apartar de mi cabeza la honda preocupación que me provocaba la degradante situación política en la que se encontraba inmersa Matahambre. Ni el sufrimiento que a mi prima le suscitaba y a los graves peligros que la exponían. Por lo que inevitablemente la vigilia se apoderó de mí. Después de múltiples e infructuosos intentos por dormir, me acordé del libro que Francisco le regaló a mi padre. Con la esperanza de que, tras leer un rato y al igual que había logrado otras tantas veces, Morfeo me acogiera en sus brazos, transportándome lentamente hacia un plácido descanso.
La obra se titulaba: El vituperado sistema electoral de la Restauración y sus similitudes con la partidocracia vigente.
El texto partía de un análisis de la concepción de la soberanía popular y más concretamente acerca de su deriva a continuación de la aprobación de la Constitución Española, sancionada por el Rey el 27 de Diciembre de 1978. Cuyo poder constituyente optó por otorgar a los partidos políticos un papel preponderante, a modo de resarcimiento por el ostracismo infligido durante el periodo franquista.
Transformándose esa idea originaria en el modelo partidocrático actual. Preguntándose el escritor si esta desvirtuada forma de proceder democrático, no tendría algo que ver con los teóricos casos de corrupción que afloran últimamente.
Partidocracia que, en cierta medida, se asemeja a la estructura turnista esbozada por Antonio Cánovas del Castillo en la Restauración. Etapa en la que la dirección del gobierno se repartió alternativamente entre dos organizaciones de corte liberal: la conservadora, liderada por el propio Antonio Cánovas del Castillo; y la progresista de Práxedes Mateo Sagasta.
Planteando asimismo Francisco distintos interrogantes:
• ¿Representa el modelo electoral de hoy en día, basado en listas cerradas o bloqueadas, a la soberanía popular?
• ¿O por el contrario encarna la supremacía de los partidos políticos, cada vez más profesionalizados, burocratizados y capitaneados por grupos minoritarios anquilosados en sus puestos, que obstaculizan la renovación de los cargos?
• ¿No favorece esto que señalados sectores, que han hecho de la política su forma de vida, coloquen como candidatos a las diversas instituciones públicas, a aquellos que son afines exclusivamente a sus particulares intereses y no a los del pueblo? Sin tener en cuenta si posean o no los conocimientos y aptitudes suficientes para desempeñar las funciones que se derivaran de salir electos.
• ¿No propicia también el caciquil clientelismo, como vía de mantenimiento de los descomunales aparatos partidistas, utilizados para hacerse con los escaños en las diversas administraciones?
• ¿Y hasta dónde estarían dispuestos a llegar determinados cargos públicos, aupados por la dedocracia”de las formaciones, con tal de no perder su poltrona?