Capítulo X: Benito, el eterno maestro krausista

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Frente al plato, entre tanto rebañaba con el pan los últimos vestigios de tan exquisito manjar, retornaron a mi mente las quejas de Benito. El eterno maestro krausista del Instituto de Educación Secundaria Manuel Bartolomé Cossío. Su hondo penar  por una juventud obnubilada por las promesas de dinero y diversión sin esfuerzo que Golfi les planteaba. Y como ciertos políticos, ante el escalofriante dato de un 70% de fracaso escolar, no barajan como factible solución la de incentivar y desarrollar el vigente sistema educativo. Partidas que probablemente en los próximos presupuestos se verán significativamente mermadas. Mas al contrario, se inclinan por sugerir a los padres que no trabajen tanto, en pro de cubrir las deficiencias en materia cultural de los niños.

De seguir el consejo ¿cómo pagarán los progenitores las elevadas hipotecas suscritas años atrás con los bancos al no disponer de dos sueldos en el hogar? Y si no viviesen en régimen de propiedad sino de alquiler, tampoco cuadrarían sus cuentas. Pues, si finalmente los Ayuntamientos elevan la contribución, lógicamente el casero repercutirá su desembolso en las mensualidades de los recibos que el inquilino ha de abonar. Sin contar el descalabro que el alza del referido Impuesto de Bienes Inmuebles acarrearía al sector inmobiliario, al lanzar consecuentemente más oferta al mercado, de por sí colapsado. Numerosas viviendas puestas a la venta por propietarios vencidos, incapacitados para hacer frente a tal magnitud de dispendios surgidos.

Mientras en el resto de Europa adaptan el plan docente al concepto de familia actual. Cubriendo el horario escolar desde por la mañana hasta las 17:00. Con el objetivo de apoyar a aquellas parejas cuya jornada laboral se extiende a lo largo del día. Sin embargo, aquí en Matahambre hacemos justo lo contrario. Expulsando a los menores del comedor si sus tutores no pueden sufragar dicho gasto. Inclusive existe hasta quien se decanta por retornar a los anacrónicos turnos partidos. Por lo que la conciliación laboral y familiar continúa siendo una utopía.

¿Con esto qué persiguen? ¿Enclaustrar nuevamente a la mujer en los avernos de su morada en pro del demagógico y recurrente bien social? Epíteto, que cual cajón desastre, se usa para avanzar en un sinuoso terreno abonado por un desproporcionado intervencionismo.

Cuando Golfi ostentaba el cargo de máximo regidor lo escuché decir una vez, por Radio Vecindad, que aquí no requeríamos de nadie de fuera del lugar para nuestros problemas arreglar. Puesto que ya poseíamos, según su criterio, la suficiente sapiencia para resolverlos por nosotros mismos. A tenor de una conferencia sobre derechos y libertades que Benito organizó en la Biblioteca municipal, invitando como ponente al más importante filósofo liberal del momento. Replicándole inmediatamente el docente al Alcalde, después de quedarse espantado con las desafortunadas declaraciones radiadas: «Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas». Parafraseando a Albert Einstein, el que fuera cofundador del Partido Liberal Democrático Alemán y Premio Nobel de Física en 1921.

Mostrando esta actitud por parte de Golfi un nulo compromiso con otra mítica frase esbozada por el físico, artífice de la teoría de la relatividad: «La libertad política implica la libertad de expresar la opinión política que uno tenga, oralmente o por escrito, y un respeto tolerante hacia cualquier otra opinión individual».

Cuanto más recuerdo aquel episodio, más lamento que poco a poco hayamos ido distorsionando el Estado Liberal ideado por Montesquieu a mediados del siglo XVIII. Sustentado en la división de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Concebido en pro de obtener el máximo equilibrio, y no conferir a un solo hombre o grupo los designios de nuestra sociedad. Porque los humanos somos seres terrenales, dotados de defectos y virtudes. Los Mesías o iluminados, que todo afirman lograr, se esconden bajo el manto de una absurda quimera. Ya que es al pueblo unido al que le debemos los grandes cambios conquistados por la humanidad desde el comienzo de nuestra era, y a nadie más.

Cuando observo lo que ocurre en Matahambre no puedo dejar de pensar en aquel amargo presagio que Alexis de Toqueville esgrimió a mediados del siglo XIX:

Veo una masa inmensa de hombres parecidos e iguales (…) Por encima de esta masa se eleva un poder enorme y tutelar que se encarga de asegurar sus placeres y de velar por su destino: es (un poder) absoluto, detallista, regular, previsor y delicado. Parecería el poder de un padre, si como en el caso de éste, tuviera por objeto preparar a los hombres para cuando fueran mayores; pero al contrario, no hace nada más que mantenerlos irremediablemente en su infancia.(…)Convierte a las naciones en rebaños de animales tímidos e industriosos, dirigidos por el Gobierno, que es su pastor.

Si mi abuela y mi tía Clara levantaran la cabeza, de la impresión volverían rápidamente a desvanecerse en el aire. Y mi pobre prima Libertad, ¿qué opinará? Cada vez más triste y sola, encadenada a las murallas ideológicas, fuertemente controladas, de Matahambre. Aferrándose, como postrera esperanza, a las obras de sus autores liberales preferidos. Alentada por Benito y sus teorías krausistas, al cual mucho han criticado por enseñar a la juventud de este pueblo otro camino distinto. Defensor a ultranza del propio raciocinio y contrario a aceptar las imposiciones de los que rigen los designios de este lugar. No obstante, quienes de él tanto han blasfemado, por sostener diferentes creencias, ¿conocen siquiera algo del krausismo y en qué consiste?

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