El ajetreo de mi progenitor en la cocina me despertó. El reloj, situado en la mesilla contigua a la cama, marcaba las siete de la mañana. Había pasado casi toda la noche leyendo. Y es que cuanto más profundizaba en aquella magnánima obra, más interesante se tornaba. Pero los quehaceres diarios me reclamaban, por lo que hasta bien entrada la tarde no podría sumergirme nuevamente entre sus vibrantes páginas. Rebosantes de sabiduría y de hirientes lamentos por una patria incapaz de aprender de su pasado, condenada a repetir una y otra vez idénticos errores.
Acostumbraba Pedro Gutiérrez, muy temprano, encender el longevo transistor del salón, para disfrutar escuchando la tertulia política matutina de Radio Vecindad, la emisora local. A la cual precedía el programa musical Te rondaré morena, consagrado a deleitar a sus oyentes con las mejores canciones del panorama nacional. En ese preciso instante pude percibir la ineludible voz de Joan Manuel Serrat, interpretando Un pueblo blanco.
La mesa se encontraba engalanada, cubierta por nuestro venerado mantel blanco. Salpicado por multitud de rosas, caladas décadas atrás por las laboriosas manos de mi difunta madre. Pedazo de tela que se erigía en el más excelso tesoro de nuestra humilde morada. Y allí sentada estaba ella, mi querida prima Libertad. Increíblemente hermosa y dulce, a cuál más. No obstante, a veces temía que su inmensurable amor por Matahambre y sus gentes acabaran por romper vilmente su frágil corazón en infinidad de pedazos.
Al entrar me regaló una amplia sonrisa, entonando:
—Pedrín, ven y siéntate. Tu padre ha preparado unas suculentas tortitas. ¿Qué prefieres: café o té?
Tras aquellas melódicas palabras él se retiró, con la intención de dejarnos a mi prima y a mí a solas. Conocedor de nuestra más absoluta complicidad, robustecida por prolíficas y reiteradas confidencias. No sin antes exclamar:
—Chicos os dejo, don Pascual está esperándome en el jardín. Se ha acercado hasta aquí para charlar un rato de nuestras cosas, de lo terrenal y lo divino. Con el firme propósito de prepararme, como a él le gusta definirlo, para cruzar, en la hora que a todos nos llega, el umbral. Y que en mi caso, lo más probable, es que no ande demasiado lejos.
Libertad le reprendió, de forma cariñosa, con un tono casi maternal:
—Tío, siempre dices lo mismo, si estás de maravilla.
Y mientras yo colocaba un par de tortitas en el plato ella me preguntó:
—Pareces cansado. ¿Una mala noche quizás?
A lo que contesté:
—No, al contrario. Aunque lo cierto es que he dormido poco, se debe a que he estado absorto en el último libro escrito por Francisco, El vituperado sistema electoral de la Restauración y sus similitudes con la partidocracia vigente. Donde se esfuerza por explicar la historia del Estado Constitucional español, repleta de cuantiosos contratiempos hasta llegar al momento vigente. Etapa que partió de la inmensa alegría de abrazar por fin la democracia. Aunque con el devenir de los años se ha tornado en un Estado despótico, regido por una oligarquía partidocrática. O por lo menos eso declara Francisco en su obra. La cual todavía no he acabado. Porque me quedé dormido en el capítulo donde argumenta como el régimen político de hoy en día guarda una increíble semejanza con la denostada Restauración.
Libertad, tras tomar un pequeño sorbo de té, dijo:
—Pues cuánta razón tiene Francisco. Hace días, me encontraba estudiando una documentación que se debatirá próximamente en una Comisión Especial en el Ayuntamiento. Ya que pretenden acometer cuanto antes, es decir, con anterioridad a la celebración de las venideras elecciones municipales, por lo que pueda pasar, la revisión del Plan General de Ordenación Urbana. Ahora se han vuelto de lo más generosos y nos han invitado a la oposición al completo a conformar la susodicha Comisión Especial. Claro, que lo que se esconde bajo esa dadivosidad es organizar otra polvareda populista y demagógica cuando pronunciemos un no rotundo a lo que ambicionan. Al vislumbrar como exclusiva salida, para lograr sus propósitos, la presión popular. Y continuar erróneamente creyendo que temerosos, por un hipotético castigo en las urnas, pronunciaremos un sí. Que avalaremos unos expedientes presuntamente espurios, donde las áreas urbanas y la aleatoria edificabilidad se otorgan supuestamente a tenor de quién ostente la propiedad. Y es que aquello, en vez de planos, parece un enfermo de sarampión; plagado de dispersos puntitos pálidos y oscuros, sin consolidación de núcleo poblacional alguno. Eso sí, con la colaboración inestimable de sus adláteres en variadas administraciones. Pierden el tiempo; pero si quieren que participemos en la Comisión allí estaremos.
»Así que analizando la dispar legislación sobre el asunto, hallé un vídeo de un debate, televisado por Antena3, correspondiente al mítico programa La Clave. Emitido el 1 de noviembre de 1991. Presentado por el periodista José Luis Balbín y titulado 500 claves de la Transición. En el que intervenían, entre otros: Antonio García-Trevijano Forte, abogado y uno de los más acérrimos opositores a la dictadura de Franco; y Ramón Tamames, prestigioso economista y político español. Donde se hacía alusión, exactamente, a eso que apunta Francisco: el gran parecido entre el sistema político vigente con el de la Restauración; al déficit democrático de la partidocracia actual; a la imperiosa necesidad de una reforma constitucional en cuanto a estos aspectos…Y desde entonces, hasta ahora, nada sobre ello se ha hecho. Más al contrario, casi podríamos afirmar, que todavía ha ido paulatinamente empeorando la situación.
»Trevijano afirmaba, en la referida intervención, que en España no existía democracia, por dos cuestiones principales. La primera, porque la soberanía no reside en el pueblo, sino en los partidos. Los políticos no son los verdaderos representantes del pueblo, sino de las formaciones que los escogen ¿No es realmente una oligarquía partidocrática la que impone a los distintos dirigentes y no el votante? ¿No se circunscriben las votaciones de los cargos electos a lo decretado por los órganos de las dispares organizaciones? ¿No es la disciplina de partido acaso un camuflado mandato imperativo? Con lo que no viviríamos en una democracia, sino en una partidocracia.
»La segunda, porque no se da tampoco una auténtica separación de poderes. Ya que es el ejecutivo el que ejerce el dominio sobre los restantes. El legislativo queda diluido, a causa de la presión del ejecutivo sobre el grupo político que apoyó al presidente del Gobierno en su investidura; transformándose en un mero órgano de ratificación. Y el judicial, ¿quién escoge al Fiscal General del Estado, a los representantes del Tribunal Constitucional…?
»Inclusive las Comisiones de Investigación creadas por las Cámaras, en pro de desentrañar cualquier asunto, terminan por ser inservibles. Porque su configuración depende de la mayoría parlamentaria. Y su encargo es el de elaborar un dictamen sobre el que deberán deliberar posteriormente las propias Cámaras. Muy diferente a lo acontecido en Alemania, donde esta función recae en una minoría cualificada; por lo que su labor sí es de control y no de mero paripé como aquí.
»Asimismo, en un determinado momento del programa José Luis Balbín sibilinamente mencionó como el poder gubernamental, hipotéticamente es tal, que si cualquier periodista osase contradecir al régimen sería contumazmente relegado. ¿Y no es esto precisamente lo que ha sufrido Francisco? Un escritor como ninguno, que por hablar alto y claro, y dar un no como respuesta a determinados dirigentes, es de cada medio o editorial proscrito.
»Empresas que al fin y al cabo viven mayormente de la publicidad contratada por sus clientes. De tal manera que el empresario se encuentra frente a la disyuntiva de escoger entre un empleado con talento u optar por su principal fuente de ingresos. Lo habitual es que se decanten tristemente por lo segundo. Tal vez, como abyecta reacción de supervivencia.
»Inicialmente, al tener conocimiento de su genialidad y trabajo, todo son halagos y parabienes. No obstante, las sentidas alabanzas se transforman en variopintas evasivas. Luego de recibir la llamada o visita de algún mandatario recordándole al editor de turno de donde surgen los fondos de financiación de numerosas noticias, publireportajes o libros patrocinados.
»Defienden concretos historiadores que el sistema político de la Restauración, ideado por Antonio Cánovas del Castillo, fue la mejor opción dadas las circunstancias de aquel periodo. Sin embargo, lentamente se desvirtuó. Tras el fallecimiento de sus dos grandes protagonistas, el propio Cánovas y Práxedes Mateo Sagasta, murió por ausencia de líderes que los sucedieran y por agotamiento después de cincuenta años de vigencia. Empero, la presente etapa democrática, surgida con la promulgación de la Constitución de 1978, lleva prácticamente cuarenta años, ¿y no se perciben ya muestras de cansancio?