En el 2009 un grupo de intelectuales españoles rubricó un manifiesto que incitaba a meditar sobre la preocupante situación por la que atravesaba España. Enumerando una serie de reformas que necesariamente tenía que acometer con premura nuestro país. Invitando a cualquier persona interesada tanto a expresar su opinión, como a secundar la iniciativa. Conscientes de que únicamente a través de la suma de esfuerzos y el pensamiento colectivo conseguiríamos salir de la encrucijada en la que nos encontrábamos.
Hablaban no sólo de una crisis económica, sino también de valores. Resaltando que nuestra mejoría pasaba inexorablemente por potenciar el libre mercado y el máximo respeto hacia el individuo. Ya que al fin y al cabo es el sector privado el que genera riqueza y puestos de trabajo. Sugiriendo además retornar a la cultura del esfuerzo, del ahorro, de la previsión,…
Debiendo haber sido nuestro gobierno valiente y haber tomado con premura las riendas para que se propiciasen con la mayor celeridad los susodichos cambios requeridos. Basando su gestión en el mínimo intervencionismo, circunscribiéndolo a erradicar cualquier desigualdad e injusticia que surgiese. Pues la eficacia, eficiencia, austeridad en el gasto, transparencia, eliminación de duplicidades y solapamientos entre administraciones, simplicidad en los trámites burocráticos,… han de primar en la implantación de cualquier política; creadas para ayudar a los ciudadanos y no para enredarlos y confundirlos en sus relaciones con los distintos organismos.
Detallando el documento unos pilares fundamentales sobre los que resultaba obligatorio trabajar: dotar al poder judicial de una independencia suma, y de los recursos económicos suficientes para su modernización; apostar por la educación y por el conocimiento, en pro del desarrollo y la innovación, cauce imprescindible para aumentar nuestra competitividad; obligar a los bancos a que la liquidez monetaria aportada por el Ejecutivo Central se transfiriera al tejido empresarial y a los particulares; reducir la carga fiscal sobre el contribuyente;…
Lo contrario, indicaban, significaría el deterioro paulatino de nuestro bienestar, perdiendo con ello enteros tanto en nuestro liderazgo mundial, como en la calidad de vida de nuestros ciudadanos. El obviar esta realidad nos abocaría a un impredecible desenlace, con el peligro de provocar la ruptura definitiva entre administradores y administrados.
Yo me adherí al documento, porque esta reflexión profunda bien merecía el compromiso de cada uno de nosotros. Si bien, lamentablemente, muy pocas son las acciones que ha acometido el gobierno hasta el momento.