Riña a garrotazos, de Goya
La lluvia repiqueteaba insistentemente en los cristales, recreando una nítida melodía, acompasada por el viento que azotaba esa mañana la ciudad. Ululando vocablos entrecortados, tenues notas de un hondo pesar. Era el 2 de octubre del 2012 y todo se mostraba tan confuso y enigmático.
Estaba cansada, aturdida ante los controvertidos presagios de Christian. Y fue nuevamente Amador quien me sacó de aquella extraña sensación que apretaba vigorosamente mi corazón. Quien tras un largo rato callado y meditabundo interpeló a Christian:
—Aunque no falta verdad en tus palabras, nos hablas de un mensaje revulsivo, quizás demasiado para un país cuyos pasos hacia el futuro se tornan lentos y dubitativos. Una nación que aún no se ha desligado del mito de las dos Españas. Según José Ortega y Gasset: Una “que se obstina en prolongar los gestos de una edad fenecida”. Y otra “España vital, sincera, honrada, la cual estorbada por la otra, no acierta a entrar de lleno en la historia.” Presa de su trágico pasado, del añejo “vuelva usted mañana” de Mariano José de Larra.
»Hace años creímos firmemente en la “Revolución desde arriba” de los regeneracionistas. Como Maura sentenciara en los albores del siglo XX en nuestra querida patria: “Nunca habría sido fácil la revolución desde el Gobierno, nunca habría sido recomendable, si hubiera podido dividirse la facultad y esparcirse la obra en el curso del tiempo; pero cada día que pasa, (…), es mucho más escabrosa, mucho más difícil, y el éxito feliz mucho más incierto; y no está lejano el día en que ya no quede ni ese remedio”. Y hoy afirmo, con gran congoja, “que ya no queda ni ese remedio.
—Pero Amador no puedes pensar realmente eso. No habla tu corazón o tu mente, sino tu impotencia frente a un presente que nos supera a todos. —Increpó Christian con una voz que emanaba sabiduría y comprensión. —Sin embargo, no olvides, que nosotros somos los dueños de nuestro destino y las profecías son meramente avisos, señales que iluminan los obstáculos del camino.
—Sabes Christian, cuando pienso en España sólo puedo escuchar en mi cabeza una célebre canción de un famoso cantautor nacional, Joan Manuel Serrat, concretamente “Pueblo Blanco”. Susurrando a mis oídos aquella estrofa de “escapad gente tierna que esta tierra está enferma y no esperes mañana lo que no te dio ayer.” Aquella España “que se obstina en prolongar los gestos de una edad fenecida” ha regresado nuevamente. Nuestros hijos vuelven a huir de un suelo yermo y sombrío. En el que jamás brotó libertad alguna, sino manipulación y sometimiento. Dominada por el hierro y fuego para el infiel.
»Esta mañana a las 07:00 nuestra dulce María recibió una visita espectral, un alma atormentada que le hizo llegar una misteriosa nota. Papel que hace acopio de párrafos sacados de los Manuscritos Apócrifos de Nag Hammadi. Sin embargo, no mencionaba una máxima de Jesús, que yo conozco bien, recogida en el Evangelio de Tomás – 26: “La paja en el ojo de tu hermano, sí que la ves; pero la viga en el tuyo propio, no la ves. Cuando hayas sacado la viga de tu ojo, entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano.” Mas aquí somos expertos en escrutar los fallos del prójimo, sin valorar primero los propios. La autocrítica es impensable y de esa manera resulta imposible avanzar, ya que en los errores está la oportunidad para poder mejorar.
Christian se levantó de su confortable asiento. Acercándose a Amador, puso una mano en su hombro, al objeto de refutar con vehemencia tales alegaciones:
—Dices que aquí jamás brotó la libertad, pero te equivocas Amador. Fue España la que trajo la luz a una Europa inmersa en profundas tinieblas. Arquetipo durante largas etapas de tolerancia, de riqueza multicultural. Tierra donde convivieron las tres grandes religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Creencias que germinaron a partir de las mismas fuentes, los antiguos textos bíblicos.
»Desde aquí se expandió el saber de los filósofos griegos: Platón, Aristóteles. Averroes, intelectual andalusí, introduciría las teorías de Aristóteles en el siglo XII a través de Al-Ándalus. Pensamiento que influiría en Giordano Bruno, quemado en la hoguera en el 1600 por la Inquisición. O en Santo Tomás de Aquino, testigo que recogería la Escuela de Salamanca. Además de penetrar los escritos herméticos provenientes de Oriente.
»Los teólogos de la Escuela de Salamanca, exponente del Siglo de Oro español, serían los artífices de los postulados liberales de los que mucho después beberían Adam Smith o Locke. Por tanto, las raíces liberales no son anglosajonas, sino netamente españolas. Fueron ellos los que indicaron que el poder debe estar legitimado por el pueblo. Por lo que si el gobernante se convierte en tirano, el pueblo tiene la facultad de deponerlo, a tenor de lo predicado por el jesuita Juan de Mariana. Abogando además por unas cuentas del Estado saneadas y por presupuestos equilibrados.
»Francisco de Vitoria en el siglo XVI, será el precursor de los actuales Derechos Humanos. Defendiendo los derechos naturales de los indígenas del Nuevo Mundo, confiriéndoles los mismos que a cualquier otro súbdito español. Reconociendo la legitimidad de los reinos no cristianos y aseverando que las buenas obras nacen con independencia de la religión que uno profese.
»También aceptaron los escolásticos el interés en los préstamos. Necesario, si bien debiera ser razonable y moderado, en una sociedad, en aquella etapa, mercantilista. En la que el Estado que acababa de irrumpir, promulgaba normas para los mercaderes, quienes requerían de créditos en pro de hacer prosperar sus negocios. Contradiciendo con ello el dogma imperante, en el que la Iglesia calificaba el interés de usura. Condenando a quien incurriera en ello al pecado mortal, a vagar eternamente por el averno.
»Unas ideas revolucionarias para la época. Que después emergerían con fuerza en lo que hoy es Estados Unidos, llevadas por los padres peregrinos en base a las teorías protestantes de Calvino. Pero la semilla del liberalismo fue católica y no protestante. Aunque su escasa divulgación se deba esencialmente a que escribían en latín, no conocido por todos. Al contrario que los protestantes, que lo hacían en la lengua vernácula del lugar. Y no podemos olvidar tampoco que el término liberal se acuña con la Constitución de Cádiz de 1812.
»Los grandes literatos, artistas e intelectuales de este país estuvieron influidos por las ideas liberales, las mentes más brillantes de nuestra historia. Entre otros muchos: Francisco de Goya y Lucientes; Mariano José de Larra; Benito Pérez Galdós; Joaquín Sorolla y Bastida; el Premio Nobel de Literatura, José Echegaray y Eizaguirre; Francisco Giner de los Ríos; José Ortega y Gasset que lideró la Generación del 14, en la que se encontraba Ramón Pérez de Ayala y a la que se adhirió el europeísta Salvador de Madariaga; o Clara Campoamor que luchó denodadamente por el sufragio femenino.
»Simplemente evoca la imagen de la magistral obra de Antonio Gisbert “El fusilamiento de Torrijos”, de 1888. Que representa el fusilamiento del militar liberal Torrijos (1791-1831), traicionado y condenado a muerte junto a sus compañeros. Cuadro que reclama la Libertad y el fin del autoritarismo en España. Y entonces ya no podrás manifestar que no hubo liberalismo aquí.
»Así que Amador: existió, existe y existirá el liberalismo en nuestro país. Si bien los conservadores por la derecha y los socialistas por la izquierda, nos desplazaron hacia un centro frío y difuso (3). No obstante, hoy reivindicaremos nuestro lugar. Y esa es tu labor y la de María, dotarnos de un mensaje que en alegoría a la fábula de la caverna de Platón, dé luz a la gente que en ella habita. Empero, hemos de ser cuidadosos con el mismo. Porque el filósofo griego sentenció que los que en tal lugar moran, si se los intentara llevar a una luz que siempre han visto distorsionada, primero mostrarán incredulidad, después se reirán y por último pueden llegar incluso a matar a aquel que pretenda mostrarles una nueva realidad.
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(3) Rothbard, M. N. (2005). Hacia una nueva Libertad. El Manifiesto Libertario, p. 25. Buenos Aires: Grito Sagrado Editorial. (Obra original publicada en 1973).