Capítulo XXVIII: La eterna unión de los enamorados

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La tenue llama de las velas iluminaba tímidamente la gran sala. Advirtiéndonos la silueta del gallo que la hora había llegado. Ascendiendo firmemente el Gran Maestre los tres peldaños que conducen al altar. Su anciana piel cubierta con una túnica roja de terciopelo y adornando su pelo blanco una corona de laurel. Colocándose junto a la Primera columna Christian Resende Cruz con idéntico atuendo. Y lo mismo el siguiente Vigilante al lado de la Segunda. Alineándose pues la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza.

Fue en ese instante cuando todos los presentes dirigimos nuestras miradas hacia Oriente. Tratando de hacer confluir las energías celestes con las terrestres. Situándonos alrededor del tapiz del cuadro de Logia para nuestro intelecto estimular. Entrelazando las manos, mientras Ralf Hayek exclamaba:

– Que la luz celestial nos inunde, llenando de amor nuestros corazones, para cumplir así con nuestras obligaciones.

Mostrándose fulgurante sobre nuestras cabezas la cadena de unión con sus doce nudos. Testimoniando que el mundo terrenal es un mero reflejo del celestial. Desvirtuado por aquel que aún no está preparado. Cordel que representa la interconexión entre todo lo existente. (77) El “Alma del Mundo” en estado puro.

El círculo mágico acababa de ser invocado, para la unión entre Doña Blanca de Borbón y Don Fadrique consumar. Pudiendo por fin convertirse los apasionados amantes en sólo uno. Repitiendo todos al unísono unos versos del “Cantar de los Cantares” de Salomón:

“¡Mi amado es para mí,
y yo soy para mi amado. (…)
Grábame como un sello sobre tu corazón,
como un sello sobre tu brazo,
porque el Amor es fuerte como la Muerte (…).
Sus flechas son flechas de fuego,
sus llamas, llamas del Señor.” (78)

Un aire frío atravesó la estancia. Percibiéndose la presencia de ambos atormentados espectros. Oyéndose con precisión la apertura de una puerta. Sin duda alguna, la entrada a la Torre en la que había estado confinada, durante tanto tiempo, el alma de la desdichada monarca castellana. Comenzándose con ello el proceso para las reales nupcias celebrar. Correspondiéndonos por tanto pronunciar siete veces: “Per Crucem ad Rosam.” (79)

Luego, se escucharon unas efímeras notas musicales transportadas por el viento. Una vez más El Arte de la Fuga, la magistral obra musical de Johann Sebastian Bach, estaba siendo interpretada. Anunciando la aparición de la etérea figura de Doña Blanca de Borbón. Sosteniendo entre sus delicados dedos la pequeña cruz que Don Fadrique le regaló, en la que destacaba una minúscula flor, una rosa pintada de un intenso magenta.

El Gran Maestre abrió el cofre que guardaba el sagrado secreto, los papeles que Don Fadrique a Doña Blanca entregó para mediante la magia blanca culminar la unión. Exclamando en ocho ocasiones una frase allí reflejada: Muriendo mato a la muerte que me mata.” (80) Arrojando al suelo, acto seguido, los innobles metales allí contenidos.

Sonaron tres veces las invisibles trompetas, avisándome de que mi momento había llegado. De modo que solté en el centro del cuadro de Logia la tierra hispánica que en mis manos previamente Ralf Hayek había colocado. Polvo de la tumba del Maestre de la otrora poderosa Orden de Santiago, que en el fondo del arca se encontraba depositado. Cobrando, ahora sí, sentido las oníricas imágenes que mi mente recreaba en las noches que me hospedaba en el longevo castillo seguntino. Cuando vislumbraba a la Reina agarrando férreamente con una mano un arca dorada, mientras amargamente sollozaba. Ante la desesperación, hasta hoy, por no poder reunirse con su amado y venerado noble español. Del que quedó irremediablemente prendada en 1352.

Con la primera mirada la cautivó. Rememorando una y otra vez la efigie de su idolatrado caballero desde que de ella se separó. Sus penetrantes ojos, la llama ardiente que anidaba en su corazón. Y así, con este recuerdo, fue languideciendo, marchitándose poco a poco hasta este instante, la “Medianoche en Punto.” Recobrando su hermosura, su belleza inigualable.

Los restos hispánicos desprendieron una rutilante chispa. Indicándonos que por medio del fuego los novios ya en esposos se habían transformado. El hálito de la inmortalidad se había exitosamente insuflado. Ocupando en el firmamento el lugar para el que estaban predestinados, acabando así con centurias de amargo peregrinaje. Dejando caer en su despedida cuatro rosas rojas, que nos señalaban las cuatro virtudes cardinales que siempre hemos de contemplar: Fortaleza, Justicia, Prudencia y Templanza.

Allí estábamos embargados de emoción por el triunfo del amor eterno. Agradecidos por enseñarnos el camino de la profunda comprensión. Todos aquellos que al revelador reclamo de Amador supimos prestar oídos. Aquellos a quienes el mensaje mistérico se les había encomendado propagar. Siguiendo la premisa de San Bernardo de Claraval: Hablamos no con el lenguaje del saber humano, sino con el que enseña el Espíritu, explicando temas espirituales a los hombres de espíritu.” Porque: “Con los perfectos exponemos un saber escondido. (81)

La auténtica Caballería Espiritual que tanto habíamos anhelado. Fraternidad de la Luz compuesta por miembros de la antigua “Orden Rosa-Cruz Dorada”, la de “Las Tres Espadas”, la “Orden de la Rosa-Cruz de Oro del Antiguo Sistema”, los “Caballeros Iniciados y Hermanos de Asia”, (82) nosotros, “La Hermandad de Doña Blanca”. Así como los integrantes de otras ancestrales escuelas iniciáticas. Compartiendo todos idéntico objetivo, reconciliar al ser humano con su lado divino.

Ataviados con dorados ropajes, en ofrenda al metal de mayor nobleza. Eternos aprendices del arte de la impecable naturaleza. Los abnegados Hermanos de las Rosacruz Roja. (83) Conocedores de “la ciencia armónica universal.” Esparcimos migas de pan, agua y sal. Vocalizando el ulterior pasaje de la “Tabla de Esmeralda”:

“Separa la Tierra del Fuego, lo sutil de lo espeso, dulcemente y con gran cuidado. Sube de la Tierra al Cielo, y de nuevo desciende a la Tierra, para recibir la fuerza de las cosas superiores e inferiores.

Por este medio tu poseerás la gloria de todo el mundo, y la oscuridad se alejará de ti.”

Sortilegio que permitiría llevar la Luz a la gente que en la caverna habita, desterrando las tinieblas de este Mundo gracias al amor profesado a Sabiduría. La llama que sólo se despierta en aquel que alberga un sentimiento puro. El que ya no trasgrede las leyes cósmicas. Quien sincroniza pensamiento, palabra y acto. En definitiva, quien cultiva cuerpo, mente y espíritu. Abriéndose entonces las puertas del saber primigenio.

El cuadro de Logia fue retirado. La luz de las velas se había consumido y ya sólo nos quedaba que su brillo alumbrara nuestra labor para la Tercera Gran Reforma conseguir. Un nuevo mañana, con el que dejaremos atrás el caos y la oscuridad. Tornándose la mentira en verdad, la ignorancia en conocimiento, la dispersión en concreción. Un nuevo mañana en el que la plena libertad se hará realidad. Propiciando que cada cual en su interior encuentre la “Piedra Oculta,” el V.I.T.R.I.O.L., la medicina universal. (84) Liberándose con ello el alma de nuestra patria, cuando Sanat Kumara, Señor del Mundo, alcance el último grado y roce la divinidad. El umbral de tan trascendental proceso de iniciación acababa de ser cruzado.


Capítulo XXVIII: La eterna unión de los enamorados –
(c) –
Ibiza Melián

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(77) Ariza, F. (2007). La Masonería. Símbolos y Ritos. Zaragoza: Libros del Innombrable.

(78) La Biblia. Cantar de los Cantares de Salomón. Vicaría de Pastoral. Obtenido el 25 de agosto de 2015, de: https://www.vicariadepastoral.org.mx/sagrada_escritura/biblia/antiguo_testamento/40_cantares.htm

(79) Valentin Andreade, J. (1616). Las Bodas Alquímicas de Christian Rosacruz. Obtenido el 27 de agosto de 2015, de: https://www.museumaconicoparanaense.com/MMPRaiz/Biblioteca/1765_Andreae,_Juan_Valentin_-_Las_bodas_alqu%EDmicas_de_Christian_Rosacruz_%5BLibros_en_espa%F1ol_-_esoterismo%5D.pdf

(80) Ariza, F. (2007). La Masonería. Símbolos y Ritos, p. 58. Zaragoza: Libros del Innombrable.

(81) Templespaña (2012). Codex Templi: los misterios templarios a la luz de la historia y la tradición. Madrid: Editorial Aguilar.

(82) Orden Rosacruz AMORC. Gran Logia Española (2012). Nosotros, los Rosacruces. Barcelona: Ediciones Rosacruces, S.L.

(83) Valentin Andreade, J. (1616). Las Bodas Alquímicas de Christian Rosacruz. Obtenido el 27 de agosto de 2015, de: https://www.museumaconicoparanaense.com/MMPRaiz/Biblioteca/1765_Andreae,_Juan_Valentin_-_Las_bodas_alqu%EDmicas_de_Christian_Rosacruz_%5BLibros_en_espa%F1ol_-_esoterismo%5D.pdf

(84) Ariza, F. (2007). La Masonería. Símbolos y Ritos, p. 241. Zaragoza: Libros del Innombrable.

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