Capítulo XLII: Un sistema más justo y equitativo

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Caí vencido con los primeros rayos de sol. Aquel libro me atrapaba poderosamente y se mostraba ante mí como el más preciado cofre. Recipiente que guardaba celosamente la pócima que curaría a nuestra patria de los grandes males que la aquejaban. Pesares que durante dos siglos han provocado que sus dos lados opuestos se enfrenten perennemente. Sendas caras de una misma España, que inocula su letal veneno en todo aquel que osa transitar por sus entrañas. País en el que los tristes versos del poeta Antonio Machado (1875-1939) se tornaban una vez más de clamorosa vigencia. Desgarradora estrofa que entonaba:

«Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón»[1].

Historias de odios y rencores. Historias de envidias y traiciones. Historias que nos atrapan entre sus redes. Historias que impiden que abracemos la tan anhelada Tercera España. Aquella descrita por Salvador de Madariaga como la de la libertad, la integración y el progreso.

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Con tales pensamientos me fui adentrando lentamente en los dominios de la ensoñación. Campo plagado de escenas reales e irreales, de susurros y lamentos. En ese instante, inesperadamente, un aire frío inundó la estancia. Brisa que transportaba, entre difusas imágenes del más allá, los espíritus de mi abuela y mi tía Clara. Ambas compungidas y con lágrimas en los ojos me imploraban: «Cuida de Libertad. No permitas que don Oprobio llega a ella». Fantasmagórica escena que propició nuevamente mi desvelo.

Allí, tumbado en la cama, percibía con nitidez los intensos bramidos del viento, que tocaba en mi ventana como para que lo dejara entrar. Sonido que me avisaba de un oscuro presagio. Y es que desde hacía tiempo intuía que algo grave pronto acontecería; mas, me negaba a aceptar tan inquietante aviso.

Siempre ella, Libertad, mi querida prima Libertad. Hermosa y ausente. A veces, si cierro los ojos, aún la veo de pie en la estación. La misma tarde gris, de un domingo de septiembre, cuando le dijo adiós a su amado Luis. O sentada ante una taza de té en el bar municipal; mientras el programa Te rondaré morena, de Radio Vecindad, emitía un dulce bolero del célebre maestro Armando Manzanero. Incluso memoré las graves advertencias que le hacía Frédéric:

«Libertad, no sabes dónde te metes, lo que hasta ahora te han hecho a ti y a los tuyos es poco. Aquí no hay nada personal contigo, no lo olvides nunca, simplemente eres un estorbo en medio de sus intereses económicos. No dudarán ni un minuto en eliminarte. Y cuentan con el apoyo de otras personas, ubicadas en los puestos que menos te imaginas.

»Déjalo ya. Acuérdate de los disparos contra el primer edil del municipio alicantino de Polop de la Marina, mientras aparcaba el coche frente a su casa. El asesinato del de Fago. ¿Quieres acabar así? No tienes pruebas. Aunque los que vivamos en Matahambre alberguemos fundadas sospechas sobre lo que expones, no existe ningún documento que lo acredite. Y sin algo que los incrimine es imposible que se les condene».

Palabras pronunciadas por el descendiente de Bastiat, que más parecieran el epílogo de un dramático relato. Relato en el que confluyen todo tipo de tragedias y nunca un dichoso desenlace.

Tal vez fuera cierto y las nefastas costumbres que lastraban a nuestra frágil democracia resultara muy complicado erradicarlas. Arraigadas vigorosamente a sus cimientos. Lacra que corroe sibilinamente sus adentros. ¿Y qué podría hacer Libertad para terminar con semejante infortunio? ¿Tendría el mismo final que el del salmón? Pescado que, tras luchar denodadamente contra la adversa corriente, acaba por perecer en el ocaso de su angustiado viaje.

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Ideas que torturaban mi débil mente. Tormentosos pensamientos aplacados tenuemente por la melodía proveniente del longevo transistor del salón. Un hermoso poema de Antonio Machado cantado, A un olmo seco. Canción que rezumaba melancolía y una leve esperanza a la vez. Idénticos a los sentimientos que embargaban en ese momento mi quebradizo corazón. La ilusión en un mañana mejor. La ilusión en un feliz término para Matahambre y sus gentes.

Debía proseguir, no podía dejar de leer aquella obra. Pues quizás, entre sus fragmentos, surgiera la respuesta a nuestras plegarias. Aquella que nos indicara el camino a tomar. La senda hacia la que nos teníamos que dirigir para lograr un sistema mucho más justo y equitativo. Un sistema donde las inquietas almas, como la de Libertad , encontrasen plena cabida y encaje.

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Notas: 

[1] Machado, A. Españolito que vienes al mundo. Poemas del Alma. Obtenido el 1 de octubre de 2016, de: https://www.poemas-del-alma.com/antonio-machado-espaniolito-que-vienes-al-mundo.htm

1 comentario en “Capítulo XLII: Un sistema más justo y equitativo”

  1. Lo contrario a la libertad es la Censura.He aquí lo que decía en 1876 Gumersindo de Azcárate,de profesión Médico: «La censura,que estorbaba la circulación de todo libro que pudiera contrariar los principios religiosos y políticos del antiguo régimen,no paró mientes en que en los de medicina,que nos mandaban del otro lado de los pirineos,VENIA ALGO MAS DE LO NECESARIO para hacerse perito en la ciencia de curar».

    Situación trasladable a la época del testo que comento.

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