Larra y su turbulento amor por España

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Mariano José de Larra (1809 – 1837) es uno de los más prolijos escritores del Romanticismo. Cuya vida y obra se difuminan tras el evanescente velo de su leyenda.  Tocándole vivir una época de convulsas transformaciones, y muriendo atormentado ante la imposibilidad de concluir con la implantación del liberalismo en España.

Abandonó pronto sus estudios de Derecho y Medicina, para dedicarse de lleno al periodismo. Joven idealista, que polemizó desde el comienzo con los poderes establecidos, alzando la voz en sus escritos divulgados en el Duende,  rubricados con el mismo seudónimo. Cuya contestación por parte de las autoridades no tardaría en llegar,  decretando el cese fulminante de la edición.

Posteriormente en el Pobrecito Hablador, como Bachiller Pérez de Mugía, perfeccionaría su estilo costumbrista, denunciando las actitudes de la sociedad, contrarias a los aires de modernidad que soplaban desde Europa. Ciudadanos que se encontraban oprimidos por el yugo del analfabetismo, la tiranía y el inmovilismo.

Alcanzando la cima del éxito, así como el reconocimiento dentro y fuera de nuestro país, como Fígaro. Quien irrumpió a partir de 1833 en La Revista Española, lo que alternó con la colaboración en otras publicaciones.

Sus artículos se clasifican en: costumbristas, sátira mordaz de los anquilosados y viejos modismos de una nación en plena ebullición; políticos, a favor de la doctrina liberal; y literarios, desde un análisis teatral. Aunque no sólo se limitó a este género, redactando también: poemas, novelas y composiciones dramatúrgicas.

Pasó de la ensoñación en que un cambio era factible, a la tristeza más absoluta por la traición al proyecto ilustrado, perpetrada por los gobernantes que se suponía que iban a defenderlo. Rendido y desilusionado, se suicida con un tiro en la sien frente al espejo, el 13 de Febrero de 1837. Antonio Machado diría de él cien años después: «Larra se mató porque no pudo encontrar la España que buscaba, y cuando hubo perdido toda esperanza de encontrarla».

Su mensaje caló hondamente en la tan importante para nuestras letras, Generación del 98: Azorín, Unamuno y Baroja. Quienes lo asimilaron como suyo.

Y hoy quizás si retomásemos algunas de sus lecturas, modificando únicamente vestimentas y paisajes, comprobaríamos que no dista demasiado lo acontecido entonces con lo vigente. Recomiendo el siguiente: Vuelva usted mañana, y ténganlo presente cuando necesiten tramitar algún documento en cualquier Administración.

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